Privacidad

 

Aborda la exposición pública de nuestras actividades más personales


Privacidad es el título de una obra teatral estremecedora, actualmente en cartelera. Aborda la exposición pública de nuestras actividades más personales, y prueba la fragilidad de ese terreno, antes tan celosamente guardado, llamado intimidad.

Desnuda la intromisión de gobiernos, agencias públicas, espías, y empresas comerciales en nuestra vida, volviéndonos instrumento de sus intereses, sin importar la propia voluntad a ese respecto.

Muestra cómo operan programas de invasión y apropiación de nuestras claves que pueden adquirirse por pocos pesos en la vía pública. Hay espacios de interacción con el público portador de un celular o Tablet, y el pasmo de sus propietarios ante el resultado de los diversos ejercicios es revelador.

Mensajes, fotografías, incluso las borradas, llamadas, itinerarios, contenido de redes sociales, todo es abordable.

En ese shock andaba cuando a los dos días leí el artículo “Un mundo raro” de Pepe Woldenberg en Reforma, que vino a cerrar mi confusión y le dio luces.

En efecto, una cosa es la intervención ilegal externa en nuestras cosas personales, y otra su exposición y ventilamiento público por voluntad propia. Las redes sociales ofrecen muchas ventajas cuando son un instrumento de inteligencia, pero muchos usuarios las han convertido en escaparate de su propia soledad o ansia de notoriedad, y comunican ufanos al mundo, a través de sus 11 seguidores, las delicias de un taco de moronga en el puesto del chemulpo para, acto seguido, recibir cuatro palomitas y la réplica de que son mejores los del güero en el Ajusco, o la foto ante el monumento al Pípila, de gran trascendencia universal.

Entre los muchos logros de las redes debe apuntarse haber borrado la frontera de los antónimos. Hoy lo privado es público, lo íntimo, colectivo, y lo propio, comunitario. Me sorprende ese afán para ser de los demás, por renunciar a lo esencial. Debe ser la vejez.