Atrapados 
por Luismi

 

Este domingo, Netflix subió a su plataforma digital el episodio 13 de la serie biográfica Luis Miguel, el último de la primera temporada


POR ROGELIO SEGOVIANO

En días pasados, a propósito de la muerte de Joe Jackson –padre de Michael Jackson–, el doctor Conrad Murray, quien fuera condenado a cuatro años de prisión por el homicidio involuntario del Rey del Pop en 2009, señaló que el mundo podía respirar tranquilo porque se había ido un tipo malo y cruel, que llegó al grado de castrar químicamente a su hijo y a llenarlo de hormonas, cuando este era un niño de apenas 12 años, para mantener así su voz aguda y sacarle provecho. “Joe Jackson fue uno de los peores padres en la historia. La crueldad que experimentó Michael es indescriptible”, dijo Murray.

Sin duda es una atrocidad lo que el viejo Joe le hizo al exitoso intérprete, sin embargo, ahora que hemos visto algunas series y películas de reciente producción, nos encontramos con que no son nuevos los abusos y excesos en los que recurren muchos padres con tal de “ayudar” a que sus hijos no sólo logren lo que ellos nunca pudieron, sino a que alcancen un nivel de éxito que se traduzca en grandes beneficios económicos, principalmente. Para estos padres, la máxima de Nicolás Maquiavelo estaba grabada con sangre en su progenie: “El fin justifica los medios”.

Este domingo, Netflix subió a su plataforma digital el episodio 13 de la serie biográfica Luis Miguel, el último de la primera temporada, donde además del protagonista de la historia quien brilló y se llevó los reflectores fue su padre, el cantante español Luis Gallegos, mejor conocido como Luisito Rey, que si bien fue el artífice del éxito público de su hijo, lo fue también de su desgracia privada. Junto a Joe Jackson, Luisito Rey no vende piñas ni desmerece en absoluto.

Por lo menos, esa imagen de villano capaz de explotar, defraudar y enviciar a su propio hijo es lo que nos ha vendido la serie Luis Miguel. Por supuesto, más allá de la dramatización y exageración de los eventos presentados en la pantalla, no habría que pasar por alto la excelente interpretación del actor español Óscar Jaenada como el odioso y o-je-tí-si-mo Luisito Rey, quien, de acuerdo con la historia, no reparó en ofrecer a su atractiva mujer a poderosos políticos (léase Arturo El Negro Durazo) con el fin de conseguirle oportunidades de sobresalir a su talentoso retoño.

Vale decir que la serie en torno a la vida del intérprete de “La incondicional”, “Cuando calienta el sol” y “Culpable o no” ha resultado un hit para Netflix en el mundo hispano, que ha visto incrementar su número de suscriptores en México y algunos otros países de América Latina. Pero también lo ha sido para el propio Luis Miguel, quien además de haber dado su aval a la trama, aparece como productor al lado de Miguel Alemán Magnani. La serie regresó a Luis Miguel a los cotilleos en programas de radio y televisión, a las conversaciones de sobremesa, y provocó que sus canciones volvieran a ocupar los primeros lugares en otras plataformas digitales como iTunes y Spotify.

De la misma forma, funcionó para descubrir el gran actor que es Jaenada –si es que no lo habíamos descubierto ya en la película Cantinflas– y para terminar de apuntalar a Diego Boneta como nuestra “promesa de estrella hollywoodense”. Incluso, tipos faroles como Jorge Burro van Rankin y Roberto Palazuelos deberían agradecer que debido a la serie muchos medios los buscan con el propósito de regresarles sus inmerecidos cinco minutos de fama.

En resumen, con excepción de Luisito Rey, todos ganan (ganamos) con la serie biográfica de Luis Miguel. “Coño, niño, cómo es eso posible”.