Chilangos a fuego lento

CIUDAD DE MÉXICO, 30ABRIL2017.- El día de hoy se registró una temperatura que superó los 30 grados centígrados, debido a esto capitalinos utillizan sombreros, sombrillas y pañuelos, para cubrirse de los fuertes rayos del sol FOTO: TERCERO DÍAZ /CUARTOSCURO.COM 

Las altas temperaturas se deben a sistema de alta presión que afecta al Valle de México


Aguardas el arribo de la “pecerda”, “microbio” o “ratabús”: al que primero llegue treparás, Jonás, para evitar el solazo que nos trae asoleados. Apenas amanece y el resplandor que emiten los blancos muros enceguece; arden los ojos cuando el sudor invade sus comisuras.

–Calor de playa en la Ciudad de México. Y un mar de ardiente asfalto –dice el poeta Armando Alanís en el “feisbú”:

–La calor –juguetea Leonora Cohen en esos lares.

–Las altas temperaturas derriten a los “urbanitas”, cabecean con variantes los diarios.

Ni hablar. Tocó “combipecerda”. Diseñada para que viajen con holgura nueve personas, en la Zona Metropolitana del Valle de México los permisionarios “enquistan” hasta 16 pasajeros. Y aquí vas, compartiendo sudor y grasa, mal humor y resignación.

–Nos redetimos –dice la doña que escurre goterones por cuello. Una joven madre desnuda al bebé y lo deja en pañal:

–Si aquí nos asamos, en el Metro se deshidrata.

El Meteorológico Nacional informó que las altas temperaturas se deben a un sistema de alta presión que afecta al Valle de México, genera estabilidad atmosférica, viento débil y humedad limitada e intensa radiación solar, lo que acumula contaminantes y precursores de ozono estancados.

¡En la “móder”! Contingencia ambiental, como si no fuese ya suficiente el mal así sintetizado: aquí nos tocó vivir, y en la torre le pusimos al valle, y ahora los impuestos exigen que le paguen. La Organización Mundial de la Salud previene: la contaminación se asocia a la muerte prematura por males del corazón, cáncer de pulmón y variadas enfermedades respiratorias.

Metro Pantitlán. Y sin haber hecho la primera comunión. Te incorporas a la riada humana que, proveniente de la Línea A del tren férreo (PantitlánLa Paz), a paso veloz, arrasa; y ahí vas sin querer: codo con codo, panza con panza, “nachas” con “nachas” (de preferencia masculinas, porque las femeninas pueden armar oso, por supuesto o real acoso). Ah, el calor, el bochorno, la ropa adherida, vuelta “tiliches” reblandecidos, con tanto sudor humedecidos.

El aroma de la infame turba que todos conformamos, se mezcla con el de las plantas de bombeo del drenaje –aledañas al Centro de Transferencia Modal Pantitlán–, que embarran fetidez, miasmas, efluvios, emanaciones en las narices de los metronautas: subespecie metropolitana resistente a cuanta vejación presente y futura emane de los poderes reales y fácticos.

Sha-sha-sha, se escucha el calzado de centenares de metronautas que, ante la saturación, soportan estoicos la dosificación del flujo de usuarios entre los laberintos creados para este fin, sha-sha-sha. Contaderos, prisiones en el subsuelo, donde la resignación es consuelo.

–A ver a qué horas…

–No traje tortas…

Y cuando la dosificación se prolonga inician las rechiflas, a las que te sumas: la presión de todos contra todos, qué sofoco, animales, no sean brutos: no empujen que hay niños, hay niñas y ancianos y ancianas; “culeros” (y huleras): ¡no se pasen!

Y no, pese a todo la cosa no pasa a mayores y ya estás en el andén de la Línea 9, la que lo mueve si es posible hasta Tacubaya, vaya-vaya Tacubaya: lo lograste, entrar a un vagón tres convoyes después, cuidado, cuidado: azotó la res, no la vayan a pisar, hágase p’acá abuela o la destripan. Un niño “guacarea”.

Duele la cabeza. Así como la estación Pantitlán, Línea 9 por las mañanas, igual la situación en Indios Verdes y Cuatro Caminos con el desmedido arribo de “metronautas” rumbo a sus respectivos quehaceres… y con este “calorón” que eleva la venta de “chescos” y aguas, helados y congeladas patito o “bonaices”; que pone los nervios de punta y la violencia a flor de piel; qué bochorno, anda y recárgate en tu abuela: pon tu marrana humanidad en otro lado.

Suspiras. Transbordas en Chabacano. En el pasillo te das tiempo para pedir una orden de tacos de canasta y una “drogacola”, apenas las 8 y “cacho” am y el sol aquí cala ya, inclemente anula la mente; le cumple a la poeta Alfonsina Storni: ¿En dónde está el que con su amor me envuelva?/ Ha de traer su gran verdad sabida…/ Hielo y más hielo recogí en la vida:/ Yo necesito un sol que me disuelva.

Pues lástima, Alfonsina, que no estés en este mundo de la rima, porque en él y cuando el calor se arraiga al paso de los días y canícula precoz lastima, la Línea 7 del Metro –la más profunda en todo el México profundo–, ofrece generosa diluirte a 38 grados, “pa’ que” te sientas López Velarde, cuando la cosa está que arde: Yo despilfarro, en una absurda espera,/ fantasía y hoguera.

Solazo y cero viento, ideal para el tormento. Vale recordar a Dickens:

–El sol es débil cuando se eleva primero, y cobra fuerza y coraje a medida que avanza el día.

Y a tu amiga Laura Hernández, cuando escribe: “Dice mi amiga Celia que la contingencia ambiental es una metáfora del país: respiramos plomo”. Y sí: rumbo al Hospital de la Luz bajas en el Metro Revolución, enfrentas la polución con rumbo a la Plaza de la República, donde respiramos plomo, ‘popó’ y ozono…, aunque el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera Espinosa, considere que no existe una situación de “altísima emergencia. Ah, este Jefe tan mono…