PRD; un sol que se apaga

 

La crisis perredista es política, de gobernabilidad, de votos y además financiera


Sin un caudillo que tenga autoridad moral por encima de las tribus, con todos los inconvenientes antidemocráticos que ello implica, el PRD simplemente no ha podido funcionar.

Cuando Cuauhtémoc Cárdenas primero y Andrés Manuel López Obrador después se encargaron del liderazgo formal y moral, el partido del sol azteca se consolidó y creció a pesar de corrientes e intereses, así como del clientelismo con el que, desde sus inicios, operaron sus grupos como forma de ganar voluntades.

El PRD que ocupó el espectro de la izquierda en el escenario político mexicano era más un PRI cardenista, aquel viejo PRI paternalista, que un Partido Comunista como los de la Unión Soviética o la Alemania del Este. Se trataba de una izquierda que aunque lo citara en sus discursos, no buscaba el comunismo ni la desaparición de la propiedad privada. Era una izquierda vinculada a las protestas y marchas de los años 60, a la guerrilla y a la guerra sucia de los años 70 y al México de los obreros y estudiantes en la calle manifestándose masivamente en los años 80. Por más beligerante que pareciera, esa izquierda no era un grupo antisistema sino la expresión de las demandas, de democracia primero y de reivindicación social tras la decisión de desmontar el estado benefactor.

Cuando el tiempo de los caudillos terminó en el PRD los verdaderos problemas empezaron. Las tribus, expresiones supuestamente democráticas, fueron incapaces de sustituir los liderazgos morales y se dedicaron a pelear por cuotas, espacios y posiciones. Haber ganado en las urnas el Gobierno del Distrito Federal en 1997 agregó el ingrediente que faltaba a la lucha de tribus: control de plazas, control de programas, control de presupuesto; dinero, en una palabra.

Hoy la crisis perredista es política, de gobernabilidad, de votos y además financiera. Cuando se advierte el desastre que la corriente “dominante”, Los Chuchos, han provocado en ese partido, por más convicción democrática que se tenga es imposible negarle mérito, y hasta sentido común, a los liderazgos verticales, y en muchas ocasiones hasta autoritarios, de Cárdenas y López Obrador.

Quienes vivieron la construcción de la alternancia y del modelo de partidos con elecciones competitivas en Mexico recuerdan que después de los comicios más ilegítimos de todos, los de 1988, Cárdenas y los líderes de aquel Frente Democrático Nacional llamaron fundar el partido del 6 de julio para mantener la lucha por el cambio democrático en las vías institucionales.

El partido del 6 de julio sería el PRD, que antes había sido el Partido Mexicano Socialista, el Partido Socialista Unificado de Mexico y el Partido Comunista Mexicano. Esa es la herencia que las tribus han usufructuado y dilapidado. Esa es la izquierda histórica que México está a punto de perder. No es algo menor, y todo indica que serán Los Chuchos quienes carguen con la responsabilidad de la liquidación.

@EnvilaFisher