Navidad

 

A fin de restablecer la gracia divina en el hombre, en varias ocasiones Dios se manifestó por medio de sus profetas confirmando su promesa: “Pues bien, el Señor mismo va a darles una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo” (Is 7,14).


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Por Roberto O’Farrill Corona

“Navidad”

Tras la caída del hombre ante Dios, por el pecado, Dios presentó una solución estableciendo un límite al reptil que había persuadido a Eva para que tomase del fruto prohibido en una transgresion a la voluntad divina, y le dijo a la serpiente: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza” (Gn 3,15). En espera de esta mujer prometida, que es la Virgen María, y de su descendencia, que es Cristo-Jesús, la humanidad quedó así en espera de ser redimida de su pecado ancestral.

A fin de restablecer la gracia divina en el hombre, en varias ocasiones Dios se manifestó por medio de sus profetas confirmando su promesa: “Pues bien, el Señor mismo va a darles una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo” (Is 7,14).

Por boca del profeta, Dios también dio a conocer que el hijo de esa joven que, siendo virgen estaría encinta, habría de traer la paz a los hombres, y que su origen sería divino: “Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su nombre, y se llamará su nombre <<Maravilla de Consejero>>, <<Dios fuerte>>, <<Siempre Padre>>, <<Príncipe de Paz>>. Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia. Desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso” (Is 9,5-6), y reveló que, siendo Dios, también sería un hombre de estirpe real: “Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre el espíritu de Yahveh; espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra” (Is 11,1-4).

Además, Dios reveló la ciudad en que la Virgen daría a luz a su descendiente, su hijo de majestad divina: “Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño. Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel. Él se alzará y pastoreará con el poder de Yahveh, con la majestad del nombre de Yahveh su Dios” (Miq 5,1-3).

Luego de siglos de espera, la humanidad vio cumplida la promesa divina cuando en la noche de Navidad, la doncella dio a luz al redentor anunciado: “Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo.Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino.Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David,para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento,y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.El ángel les dijo: «No temáis, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo:les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor;y esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.»Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre” (Lc 2,1-16).

RGH