Leyendas sexuales. ¿Y los pezones masculinos?

 

Hombres, pueden mostrar al mundo sus pezones sin censura


Los pezones femeninos son, como hemos visto, un poderoso fetiche erótico. Más allá de su función natural –la de alimentar a las crías humanas–, se les ve como un detonante de la excitación sexual. De hecho, un torso desnudo de mujer no se considera obsceno mientras mantenga cubierta esa pequeña área.

Los hombres, en cambio, pueden mostrar al mundo sus pezones sin temor a ser censurados. ¿Será porque no se relacionan con el erotismo o la sexualidad? Sobre esta área como zona erógena masculina hay opiniones divididas. Mientras algunos varones juran que no sienten nada parecido al placer cuando les tocan o besan los pezones, otros más se vuelven locos si los estimulan ahí. Sin embargo, parece que estos últimos no se sienten tan orgullosos de reconocer que lo disfrutan.

“Soy hombre y me gusta mucho que me besen los pezones. Mi esposa lo sabe y los dos disfrutamos, pero quiero saber si es normal o si se trata de algún trastorno”, se quejaba uno de tantos hombres protegidos por el anonimato de Internet. Él planteó su duda en un foro donde recibió pocas respuestas, lamentablemente, también divididas. Mientras unas personas le recomendaban que disfrutara de esto como un elemento más de su sexualidad, otros le decían que no era normal, que seguramente se debía a una baja en sus hormonas masculinas (¿?) y que fuera al médico porque no estaba bien eso de que sintiera “como una mujer”.

No está de más decir que todas eran opiniones personales, es decir, nadie dio su punto de vista como médico ni como sexólogo ni nada similar. Lo siento por ese pobre hombre que debe haberse quedado alarmado ante el temor de “convertirse en mujer”, pues los comentarios negativos se oían más contundentes que los positivos.

El caso es que sí, sí es normal que los varones sientan placer en los pezones. No es ni tiene porqué ser algo exclusivo de las mujeres, tal como no lo es que cualquier persona sienta rico si le acarician los muslos, la espalda, el cuello o las nalgas. Sin embargo, mentalmente parece que muchos varones lo asocian con el sexo opuesto. Algunos hasta se molestan cuando una mujer intenta estimularlos de cualquier forma en esa zona durante la actividad sexual.

A quienes no les es indiferente y, es más, pueden dar fe de que se trata de un área muy sensible de la anatomía masculina, es a los hombres que prefieren las prácticas sadomasoquistas. No me refiero a los que son “amos”, sino a los “esclavos”, es decir, aquellos que asumen el rol sumiso del dúo dominador-dominado. No es casual que los castigos corporales, como los fuetazos, latigazos, pinchazos o pellizcos, se enfoquen en los pezones, pues ahí se siente diferente que si se los da, digamos, en cualquier otra parte del pecho.

Otra prueba de su gran sensibilidad es cuando se les somete a estímulos fuera de lo erótico, por ejemplo, el roce de la camiseta mientras se practica algún deporte. Y qué decir de los piercings que se colocan justo ahí; soportar el paso de una aguja no es cosa fácil, a decir de quienes lo han experimentado.

Los hombres a quienes no les causa conflicto sentir placer en esos pequeños botones simplemente se dejan llevar. La pregunta es: ¿las mujeres están al tanto de que a su pareja podría encantarle esta estimulación, o también asumen que por ser hombres no quieren ser tocados ahí? Dado que tiene una implicación psicológica, como ya vimos, lo más recomendable (y fácil) es preguntar si el susodicho disfruta o no recibir ese tipo de caricias. Así no nos basaremos en puras suposiciones.

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LAF