El inigualable Bill Murray cumple 70 años

El inigualable Bill Murray cumple 70 años
 

La fama de 'actor difícil' lleva persiguiendo a Bill Murray desde sus orígenes, cuando protagonizó una mítica bronca con Chevy Chase en el programa de humor Saturday Night Live.


Bill Murray cumple hoy 70 años, uno de los actores más completos y polifacéticos de Hollywood llega hoy a la cifra redonda de siete décadas.

 

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William James Murray es considerado también uno de los mejores cómicos vivos que existen. Conquistó al público con sus papeles en ‘Stripes’ (1981), en ‘Cazafantasmas’ (1984) o en ‘Atrapado en el tiempo’ (1993).

No obstante, a lo largo de su carrera cinematográfica le hemos podido ver en otros registros demostrando que, a un actor tan brillante no se le escapa nada, ni siquiera un drama tan especial como ‘Lost in Translation’ (2003), con el que terminó de enamorar incluso a los que se le resistían.

Su expresión, tan familiar como única, hace que sus fans celebren cada una de sus apariciones en cualquier trabajo cinematográfico, papeles que sigue consiguiendo sin representante ni ningún tipo de mediación, respondiendo él mismo las llamadas y propuestas a los papeles que se le ofrecen, otra de las excentricidades que le convierten en un actor irrepetible.

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Bill Murray es lo más parecido a una figura mitológica que hay en Hollywood. Casi nunca asiste a eventos, apenas concede entrevistas y no tiene ni agente, ni representante, ni publicista. Incluso sus directores fetiche como Wes Anderson o Sofia Coppola tienen que ponerse en contacto con él a través de una línea 900, en la que dejan un mensaje que él puede que escuche o puede que no. Y cuando Murray sí devuelve la llamada, pide que envíen el guión por fax a una tienda de suministros de oficina de su barrio y ya irá a recogerlo cuando pueda. Esta excentricidad le ha hecho perder papeles que él mismo ha reconocido después le habría encantado hacer, como el de ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’: Steven Spielberg se cansó de intentar contactar con él y contrató a Bob Hoskins.

Sus escasas apariciones públicas solo contribuyen a alimentar su leyenda, porque bordean el arte performativo. En una ocasión robó un carrito de golf en Estocolmo y lo estampó contra un seto. En otra se coló en una fiesta universitaria y acabó fregando los cacharros. Durante un festival de cine se puso a servir copas en un bar junto a los miembros de Wu-Tang Clan. Y una de sus actividades predilectas es presentarse en un restaurante, coger comida del plato de algún comensal y alejarse diciendo “Nadie va a creerte nunca”.

Estas extravagancias han convertido a Bill Murray en un patrón de internet. Cada nueva aparición es celebrada y viralizada y todas encajan dentro de la imagen que el público tiene de él. Por eso cuando participa en una película, independientemente del carácter de su papel, siempre imprime de “el factor Murray” a su personaje: en cuanto aparece en pantalla con su expresión de hastío y sin mediar palabra, muchos espectadores ya se ríen solo porque sienten que conocen al personaje. Es una mezcla (según se mire) de familiaridad, de limitación interpretativa y de “interpretación de autor”. Pero una cosa es disfrutar de Murray como espectador, claro, y otra trabajar con él.

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Una fama de ‘actor difícil’ desde su debut

La fama de ‘actor difícil’ lleva persiguiendo a Bill Murray desde sus orígenes, cuando protagonizó una mítica bronca con Chevy Chase en el programa de humor Saturday Night Live. En defensa de Murray hay que aclarar que Chase es conocido como, en pocas palabras, uno de los mayores capullos de Hollywood. Chase solía explotar su poder en la industria insultando a todos los que le rodeaban y, nada más saludar a Murray, ridiculizó su viruela exclamando “en esa cara podría alunizar el Apolo XI”. Murray entró en cólera y se lió a puñetazos gritando que Chase era un mediocre sin talento mientras, tal y como recordaría el director John Landis allí presente, le salía espuma por la boca de la rabia.

Porque Bill Murray casi nunca es el único responsable de sus discusiones, pero casi siempre es el que más pierde los estribos. En el rodaje de ‘¿Qué pasa con Bob?’, Richard Dreyfuss (otro que tal) sufrió la afición de Murray a vacilar a sus compañeros: improvisaba durante las escenas acercando su cara a la de Dreyfuss, gritándole al oído o tocándole sin parar. Y todo, tal y como admitió el propio Murray, por el placer de ver a su compañero irritado. Esta tensión generaba buena comedia pero malas reuniones de guión.

 

 

 

 

En una ocasión Dreyfuss sugirió un cambio en un diálogo, Murray se levantó y apretó su frente contra la de Dreyfuss: “Todos te odian, solo te estamos tolerando”, le gritó a escasos milímetros de su boca. A continuación Murray le arrojó un cenicero a la cara, que Dreyfuss consiguió esquivar porque según él contaría pesaba tanto (medio kilo) que volaba despacio. “Después intentó pegarme, pero yo me largué”, concluyó Dreyfuss. La productora de ‘¿Qué pasa con Bob?’, Laura Ziskin, relató una desavenencia con Bill Murray en la que el actor acabó cogiéndola en brazos y tirándola a un lago. “En otra ocasión amenazó con arrastrarme por un aparcamiento, pero se limitó a romper mis gafas de sol contra el asfalto. Estaba furiosa y ultrajada, pero tras producir una docena de películas puedo decir ahora que ese comportamiento no es habitual entre los actores“, contaría Ziskin.