Cazadores de trolls

Internet es capaz de generar un panorama oscuro
REDACCIÓN Publicado el
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LUCÍA BURBANO / CAMBIO

Cobijados bajo el anonimato que proporciona el medio digital, un número incontable de usuarios se dedica a insultar, acosar, amedrentar y amenazar a otros internautas mediante las redes sociales, foros y páginas web. Son los llamados trolls, un término acuñado en la década de 1990. Un estudio publicado por la Universidad de Manitoba, en 2014, los define como personas “narcisistas, sádicas y antisociales”.

“La mayoría ataca a personas normales y corrientes, buscando dañar su reputación y causar humillación y frustración”, puntualiza Michael Nuccitelli, psicólogo neoyorquino y creador de iPredator, un sitio web educativo donde recopila información sobre trolls y otros cibercriminales. A diferencia del mundo real, estas vejaciones se producen sin descanso, 24 horas al día, siete días a la semana. Y ni las celebridades ni las personas públicas están a salvo de estas provocaciones, al contrario, son el objetivo predilecto de muchos que buscan llamar su atención y obtener así sus 15 minutos de fama.

La agresividad de estas personas se manifestaba tradicionalmente en grupos o personas que abrazan racismo, xenofobia, pedofilia u homofobia y actuaban a nivel local. Ahora, gracias a Internet, tienen el mundo a su alcance.

Identificar al acosador

David McClelland, periodista británico especializado en tecnología, empezó a darle vueltas a la idea de dirigir y producir un documental donde personajes públicos se enfrentarían, cara a cara, con sus trolls. La idea se gestó en 2014 y en 2016 finalmente se emitió en varios canales de la BBC como parte de una serie dedicada a la cultura de Internet con un documental, titulado Troll hunters, en su formato original.

El documental narra la investigación llevada a cabo con el propósito de encontrar a dos trolls, el de la exdiputada conservadora Louise Mensch, y lo encontraron escondido bajo el pseudónimo @cruella180, que se dedicaba a postear pornografía en la cuenta de Twitter de la expolítica. “Invertimos mucho tiempo y recursos en investigaciones digitales y no digitales”, comparte McClelland. Gracias a la ayuda de forenses especializados en lingüística, estrecharon el cerco. Estos expertos emplean big data y analizan cada uno de los mensajes que los trolls postean en diferentes plataformas. “Cuanto más publican, más pistas dejan”, explica el periodista.

Cruzando datos, identificaron a un varón que vive en la población de Slough en el Reino Unido. Este individuo había publicado el nombre de su escuela en un comentario y posteriormente una queja pública sobre el servicio de recogidas de basuras acompañado por una fotografía donde se veía, parcialmente, el edificio donde habita. También publicó una imagen donde su cuerpo se reflejaba en una ventana. Gracias a herramientas como Google Maps y al registro electoral, pudieron averiguar su identidad y confrontarlo, en un cara a cara entre el individuo y Mensch y en una entrevista posterior concertada, donde el troll justifica sus acciones.

Tras la emisión del documental, McClelland recibió un torrente de correos electrónicos de víctimas solicitándole que buscara a sus trolls. El periodista remitió estas llamadas de auxilio a las autoridades correspondientes.

Patrullando la red

Durante dos años, Nuccitelli fue víctima de tres trolls. El psicólogo denuncia la lentitud de los legisladores en establecer un marco legal que proteja a las víctimas de estos ataques, pero aun así recomienda que denuncien a las autoridades con el objetivo de crear precedentes para cuando por fin exista una legislación al respecto.

McClelland y Nuccitelli coinciden en que la pasividad de las redes y la lentitud de los legisladores en adaptarse a los tiempos que corren pueden impulsar la proliferación de ciberdetectives privados que pongan rostro a los trolls, y respondan así a la pregunta que tortura a las víctimas: ¿por qué a mí?

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