Acosadores en la UNAM

 

Durante 2016 la universidad registró una queja cada tercer día


 

Comenzaba una de las primeras clases de la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México, una de las mejores universidades del mundo, cuando Ana se encontró con la primera experiencia de una pesadilla que, estaba segura, las mujeres únicamente viven en las calles: el acoso sexual, la peor noticia es que el acosador era un maestro.

Una experiencia que la joven de 20 años pensó encontrar en cualquier lado, menos dentro de las aulas de su alma máter. No imaginó que esto ocurriría dentro de la Máxima Casa de Estudios, que sería una constante y que, en su mayoría, la agresión vendría por parte de su personal docente.

Una de sus mayores aspiraciones siempre fue estudiar en la UNAM y al llegar, desde el primer semestre uno de sus profesores comenzó a acosarla, primero tomándole fotos con su celular, no solo a ella, también a sus demás compañeras de clases.

“Quiero estas fotos para recordarlas siempre”, argumentaba el maestro que, a decir de Ana, aún da clases en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, “un profesor que, de hecho, después tuvo algunas denuncias dentro del Consejo; pero al principio las chicas decidieron ya no proceder justamente por miedo, por represalias”.

Las denuncias formales no son numerosas por dos razones, de acuerdo con la Colectiva de Feministas de la FCPyS: porque muchas ocasiones, pese a denuncias, los profesores siguen ahí, dando clases; y, por otro lado, por temor a las represalias. Las jóvenes en la UNAM enfrentan dos problemas: el acoso sexual por parte de profesores y los “largos y desalentadores procesos burocráticos de las autoridades universitarias” para atender estos casos.

El de Ana no es el único caso de acoso sexual de profesores a alumnas en esta Facultad; Lucía, otra estudiante de Sociología de la UNAM, denuncia que en menos de dos años ha escuchado más de 20 testimonios de jóvenes que acusan a un mismo profesor.

En redes sociales comenzaron los relatos de jóvenes estudiantes en cuanto a la violencia física y psicológica que ejercía este maestro no solo dentro de las instalaciones, sino como parte de cada una de las clases que imparte.

“Él sabía de mi situación económica, por lo que me invitaba a comer con más alumnas y alumnos de su equipo, yo agradecía muchísimo ese gesto que consideré amable y humanitario, pues por lo general, nadie en el aula parece preocuparse por si tienes algo en el estómago. Una noche me invitó a cenar, le dije que sí, que estaba bien. Fue nuestra primera salida a solas. Pasó por mí en su auto a mi casa y me llevó a un restaurante en alguna parte de la Ciudad de México que yo desconocía. En el restaurante me empezó a acosar, hizo que pusiera mi mano sobre su pene, sobre su pantalón, ahí bajo la mesa del restaurante. Lo hizo con tanta discreción que me inmovilizó”, se lee en el primer testimonio, firmado por Magali Arriaga.

A ese le siguieron al menos tres testimonios más, que encontraron espacio en la revista digital “La que arde”, pensada por mujeres que defienden la lucha del género femenino y sus derechos, quienes exhibieron a este profesor en la sección “Póngale nombre al macho”.

El 27 de abril de este año, un grupo de mujeres estudiantes de la Facultad, con el rostro cubierto protestaron fuera del salón de clases de un maestro, pedían que lo sacaran de la UNAM: “ser estudiante o ser un profesor no te libra de ser acosador”, gritaron a Seymur.

“Evidentemente sientes muchísimo coraje, te sientes muy vulnerable y la verdad es que ni siquiera entiendes por qué, simplemente sientes que por tu condición de ser mujer, por haber nacido mujer, tienes una desventaja brutal frente a los hombres y una desventaja que evidentemente te hace sentir todos los días muchísimo más vulnerable ante la situación que se vive en el país”, comenta Ana.

Sentirse inmovilizada es la experiencia en la que coinciden todas las jóvenes que dan testimonio de este tipo de actos, sin importar el cargo o posición de quien señalan como acosador.

Lucía asegura que “estos acosadores incluso tienen grupos de personas que los están ayudando a seguir a chicas, a mandarles mensajes, cosas de verdad muy fuertes y muy intimidantes hacia ellas, entonces sí, la verdad es que hay muchísimo miedo. Muchas chicas nos han contado sus casos y justamente no quieren proceder porque sí es una posición de mucha vulnerabilidad llegar a un MP o a una instancia de la Universidad y justamente que recojan tu nombre completo, tu dirección, números”.

La estudiante refiere parte de lo que también a ella le ha tocado pasar: “Siempre decimos como esta onda de hay que defendernos y hay que alzar la voz, pero en realidad las veces que a mí me ha pasado es paralizante, por eso mismo entiendo que no quieran denunciar, porque de verdad en ese momento se te olvida todo lo que has aprendido, se te olvida todo lo que estás intentando hacer y la verdad han sido muy pocas veces las que he podido reaccionar pero en realidad sí te paralizas y persiste el miedo”.

 

 






 

En mayo de este año, surgió públicamente el caso de otro profesor, a quien acusan de abusar sexualmente de una joven que estaba bajo los efectos del alcohol.

La denunciante anónima escribió: “Solo hasta ahora me doy cuenta que el dolor de sufrir un abuso no se queda en el momento que se vive, ni se queda en los días en que intentas recordar cada detalle como si una omisión fuera una falla con una misma”.

Organizaciones feministas enfatizan su reclamo: “Tocar e intentar coger con alguien que está durmiendo, borracha y que al despertar se inmoviliza y llora, es abuso”.

El pasado 30 de mayo la UNAM emitió en un comunicado: “El día 30/5 se notificó al profesor que su contrato de trabajo había sido rescindido producto de un fallo discrecional del jurídico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, que hizo caso omiso de las pruebas y la defensa presentada frente a la acusación que se le imputa (“falta de conducta honorable”)”.

A pesar de que surgieron grupos que apoyaban la reinstalación del profesor, otros más de feministas continúan con la acusación y defensa de la denunciante.

A estos casos se suma el de Tamara De Anda, quien hace unos meses denunció a un taxista por gritarle “guapa”. En junio de 2016 denunció que fue acosada, hace 12 años, por otro profesor de la FCPyS, con el pretexto de darle trabajo en producción, el relato lo hizo en un medio de circulación nacional: “Sólo éramos él y su séquito de alumnas-empleadas. Y ahí, en la sobremesa, sucedió: el maestro me acarició el antebrazo con la falange media de su dedo índice. No había forma de confundir el gesto con algo inocente ni con un accidente. Me quedé helada, Hice como si nada estuviera pasando, pero sentí una mezcla de asco, temor y risa”.

Más de una década después se encontró que en las redes había más alumnas que denunciaban al mismo profesor: “Es un profesor que tiene varias acusaciones de acoso a compañeras, en donde las ha amenazado de reprobar si no acceden a casarse con él. Además se la pasa haciendo comentarios sobre las capacidades de las mujeres, machista, misógino”, leyó en uno de los artículos.

“Así que no has cambiado mucho”, escribió De Anda, para identificar al docente que, denuncia, abusó de su cargo para acosar a las jóvenes estudiantes.

El acoso sexual no solo se ha dado en Políticas, también hay hechos en la Facultad de Filosofía y Letras, con una estudiante que acusa a su asesor de tesis de acosarla sexualmente, caso en el que una autoridad universitaria respondió a la denuncia con un “estás exagerando”.

Además de los profesores, las estudiantes y maestras no libran el acoso sexual en diferentes puntos y campus de la UNAM, por parte de personas ajenas a la casa de estudios.

En el espacio conocido como las Islas, en los baños de las facultades e incluso en la Biblioteca Central, hombres siguen a estudiantes, les envían recados, las observan, les toman fotos o videos, incluso, debajo de las faldas, conductas que diario enfrenta la comunidad universitaria femenina; aunque, sin duda, la que menos esperan es la que reciben mientras toman clases.

Con estos testimonios, también han surgido defensores de estos docentes, quienes aseguran que las acusaciones tienen tintes políticos; sin embargo, integrantes de colectivas feministas denuncian que éstos no son los únicos casos, faltan muchos más, los de las estudiantes que no denuncian por miedo o, incluso, por creer que son acciones normales y que, por ser profesores, deben soportar y evitar pasar por la exhibición.