Empresario recurre al futbol para la formación integral de niños

 

Por José Viurquis G. Naucalpan, Méx., 14 Abr (Notimex).- El árbitro pita el final y a paso lento dejan la cancha, queda la nube de polvo, de la que algo se llevan por la vivencia futbolera, amalgamada con la tierra de los cabellos a los pies, entre ellos el filántropo Joaquín Vivanco del Castillo, quien […]


Por José Viurquis G.

Naucalpan, Méx., 14 Abr (Notimex).- El árbitro pita el final y a paso lento dejan la cancha, queda la nube de polvo, de la que algo se llevan por la vivencia futbolera, amalgamada con la tierra de los cabellos a los pies, entre ellos el filántropo Joaquín Vivanco del Castillo, quien con su academia de futbol y las fundaciones en que participa trabaja incansablemente para mejorar su comunidad.

Destina su tiempo a lo que le gusta, al futbol, pero también trazó fraccionamientos, fue presidente de la Cruz Roja Naucalpan y lleva a cabo proyectos para ayudar a niños de escasos recursos, e impulsa a aquellos de los que desconocemos sus capacidades, o a quienes intentan recuperar el camino.

“Desde que era niño, jugaba futbol. En esos tiempos no podíamos aspirar a ser profesionales, de hecho, en ningún momento mi familia me hubiera permitido siquiera tratar de serlo, porque para ellos, mis padres, era más importante el estudio”, expresa fuerte, pero baja la voz, y su mirada se pierde cuando voltea hacia la cancha de Ciudad Satélite.

-¿Buscó saltar al profesionalismo?

Amplía su sonrisa y concuerda su semblante con su corte de pelo, como de niño, abre sus brazos, juega con sus dedos.

Responde: “Alguna vez fui a probarme al Atlético Español con un grupo de amigos y el entrenador me dijo que podía regresar y cuando se lo platiqué a mi papá de inmediato me prohibió volver. Me dijo que primero terminara mi carrera y ya después me dedicara al futbol. Tenía como 17 años”.

Y con una pequeña sonrisa recuerda que en los torneos internacionales llamados Copa Panamericana que organiza, han participado jóvenes talentosos que ahora son grandes jugadores como Hirving Lozano, conocido como “Chuky”, Erick Gutiérrez “Guty”, Edson Álvarez, Kevin Álvarez, entre otros.

“Nunca me frustré, porque aunque para mí era una pasión importante y un deporte que empezaba a agarrar mucha fuerza en México, los jugadores de aquel tiempo no podían vivir nada más de éste, tenían los entrenamientos dos o tres veces por semana y jugaban sábado o domingo, y aún como profesional necesitaban otra chamba para poderse sostener”, argumenta.

Recuerda como su papá tenía camiones de línea y trabajaba los siete días y no le parecía que sus hijos se pudieran desviar, siempre les decía que se sacrificaba para que todos tuvieran una carrera (los tres hijos hombres), quienes sí la concluyeron.

-¿Y cómo fue su mamá?

-Me animaba y me apoyaba en todo lo que emprendía, pero eran otros tiempos, te puedo decir que ni papá y ni mamá me vieron jugar futbol o bádminton, que fueron los deportes que practiqué en mi niñez y juventud, si acaso me compraban unos zapatos o un balón de futbol, o una raqueta si se lo pedía, nada más.

Dentro de su carrera profesional elaboró proyectos de fraccionamientos como Jardines de Satélite, Quinta Sección de Lomas Verdes, participó en el proyecto del Panteón Parque Memorial y realizó otros en Querétaro como San Gil y Mansión Galindo.

En la República de Ecuador trabajó en el proyecto del Panteón Municipal, pero nunca quitó el dedo del renglón para dedicarse algún día al futbol, aunque fuera como directivo o impulsor.

-¿Cómo se llamó su primer equipo?

-El Club Esparta, que lo fundó José Barceló “Pepón”, entonces director de la sección deportiva del periódico El Nacional, teníamos representativos en futbol y bádminton y entre ellos uno de nuestros máximos bandmintonistas, José Icaza, poseía el título de campeón nacional.

Añade que jugaban en la calle, con un gallito, o echando la cascarita, “Pepe Icaza entrenaba con nosotros. Cuando pasaba un coche alzábamos la red para que pasara, sin duda eran otros tiempos, cuando podías echarte un tochito o una cascarita en la calle”.

-Lo traigo al presente con el resultado de 3-1 del Necaxa sobre América y antes de que termine la idea dice: “Es el resultado de lo sobrado de su portero y la soberbia de sus jugadores”.

-Y luego me lleva al pasado “de niño no veía al Necaxa jugar, lo oía. Los tiempos en que empecé a irle al equipo eran los de Pancho Majewski y Antonio Mota, no había televisión, prendíamos la radio y entonces todos los domingos a las 12:00 horas ahí estaban los juegos, con la voz de Fernando Marcos, quien luego fue de los máximos comentaristas de televisión”.

Y recuerda cómo se levantaba temprano los domingos en la colonia Popotla, a dos cuadras del Árbol de la Noche Triste, ahí en el campo de futbol del callejón de Cañitas, que después se hizo famoso porque se aparecían fantasmas.

“Cruzábamos la avenida México-Tacuba para llegar, lo barríamos con escobas de vara, porque ahí en las noches tomaban alcohol, dejaban cigarros, botellas, basura, lo pintábamos con cal”, narra Vivanco del Castillo.

Explica que todo lo patrocinaba el dueño de la tienda frente a su casa, “Abarrotes el Jerez”, don Ramón, quien sacaba de una mochila las redes, y él se vestía de negro para arbitrar y esperábamos al rival.

Terminando el juego, apunta, nos invitaba los refrescos, ponía la radio para oír el partido, que lo imaginábamos enmudecidos, sobre cajas de madera de los envases de vidrio de aquel tiempo.

Después, cuando se mudó a Ciudad Satélite en 1963, jugó en varios equipos de futbol amateur que se organizaban en la colonia, primeros antecedentes de la famosa Liga Satélite, y posteriormente vivió la desorganización de las ligas.

Pero al nacer sus hijos no quiso que padecieran lo que él y así entró a la Liga a organizar, para que fuera reconocida como una de las mejores en México, pero fue más allá al fundar la academia Futsat, que tiene la filosofía de no pretender buenos futbolistas, sino mejores personas.

“Para mí el deporte, no es formar futbolistas profesionales, sino que la práctica del deporte impida a los niños ser obesos, caer en drogadicción, o en conductas antisociales. Siempre habrá chavos que sobresalen, y hay que llevarlos en forma correcta, encauzarlos con las personas adecuadas en los clubes profesionales para que continúen su aprendizaje y realicen su sueño”, puntualiza.

-¿Y entonces, para qué la academia de futbol?

Asiente resuelto: Lo primero es la persona. Un niño de cuatro, cinco, seis años hasta los 10 necesita gozar su deporte, que venga con alegría, a quitarse un poco a los papás que lo corrigen, que le gritan”.

También al maestro en la escuela que lo corrige y le deja más tarea si no se porta bien, por lo que tratamos que aquí en la academia el menor se divierta, aprendiendo y practicando su deporte sin gritos o presiones.

Explica que en su academia “Futsat”, todos los niños juegan todos los partidos, no es posible que un menor con toda la ilusión se ponga las calcetas para asistir al juego y lo dejen sentado en la banca, pensando que no es un buen jugador.

“Por lo menos aquí juegan medio tiempo, es una obligación del entrenador, o mínimo 23 minutos, por las circunstancias del partido, pero tiene que jugar”, afirma.

Señala que cuando ellos se sienten integrados al deporte y lo hacen con alegría, siempre provoca una repercusión social uniendo a la familia y a la comunidad, luego les toca ser padres de familia y quieren lo mismo que vivieron para sus hijos y los traen al futbol.

Esa pasión por el balompié también la lleva al plano social con la Fundación Deportiva para una Vida Sana, creada en 2012 con programas como los equipos de niños con discapacidad, el de jóvenes de los Centros de Integración Juvenil (CIJ), con los que organizó un torneo entre seis municipios de la zona, con resultados muy satisfactorios.

También ofrece yoga y activación física para personas de la tercera edad.

Pero vuelve a ampliar su sonrisa al recordar su incursión en Morelos, donde llevó su programa Futbol Comunidad, ya que a través de este deporte aportó psicólogos, nutriólogos, y enseñó manualidades, en Tetela del Volcán después de los sismos del 19 de septiembre donde la gente quedó muy herida, y con muchas necesidades.

Comenta que no recibe presupuesto gubernamental, se trabaja con donativos a la fundación de personas que se sienten identificados con estas acciones.

“Este programa lo hemos replicado dos veces más, una en el DIF de Toluca, donde hay chavos internados, pues sus padres enfrentan problemas. Fue exitoso el trabajo ahí, porque son rebeldes, pero logramos que cada domingo vengan a jugar futbol, ya que el gobierno estatal proporciona el transporte”, indica.

Otra se realizó en la Playa La Saladita en Guerrero, donde además se remodeló el Centro Social de la población y se les enseñó a reciclar y utilizar los plásticos.

Joaquín Vivanco también es parte del patronato de CIJ y dice que es su lado amable con la sociedad y que le gusta mucho porque ayuda a comunidades de escasos recursos, a través de su deporte favorito.

-¿Y cómo le fue en la Cruz Roja?

-Fui invitado a ser presidente, hicimos la remodelación de la unidad con siete consultorios nuevos que cumplen las normas de la Cofepris, metimos el Seguro Popular, llevamos aparatos más modernos, como Rayos X, porque ya era un peligro el anterior y echamos a andar los quirófanos. Y así recuerda como dejó la institución en Naucalpan.

Pero dijo que tuvo que regresar a sus actividades, y al Patronato de los CIJ que cumplen 50 años, que tienen su casa en Satélite para terapias, y el hospital en Los Remedios, con 20 camas para chavos que se pueden quedar hospitalizados para ser tratados por adicciones.

Expresa que le ha dado mucho la vida, y está muy agradecido con Dios, es feliz y por eso le gusta dar, porque quiere un México mejor, “tratamos de poner nuestro granito de arena para que nuestra comunidad, nuestro municipio, y posteriormente nuestro estado y país se vuelvan lugares donde se pueda vivir feliz”.

-¿Pero por qué ha hecho todo esto?

-Hace muchas muecas, lo piensa y se sincera.

Reconoce: “Tengo un hijo que a los seis años estuvo muy enfermo, y el balompié fue para él la medicina, y pensé que si eso era para mi hijo podría ser también para muchos otros y actualmente puedo decir que gracias al bendito futbol tengo cuatro hijos sanos que siguen practicando el deporte”.

-Fin de nota-

 

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