No estamos solas: mexicanas luchan juntas por aborto

No estamos solas: mexicanas luchan juntas por aborto
Metztli Lima, de 29 años, una “acompañante”, posa para un retrato con un pañuelo verde, en Oaxaca, México, el viernes 14 de octubre de 2022. (AP Foto/María Alferez) 

Las oaxaqueñas han aprendido a crear redes de acompañamiento mientras avanzan hacia un futuro donde el aborto sea realmente accesible para todas


OAXACA, México (AP) — La lucha social recorre Oaxaca como un pulso colectivo que grita “aquí no nos vamos a conformar”.

A tres años de convertirse en el segundo estado de México en despenalizar el aborto, grupos feministas y organizaciones de derechos humanos, sexuales y reproductivos aún pelean para que toda mujer que desee interrumpir su embarazo pueda lograrlo de manera digna, segura y gratuita.

Eliminarlo como delito en el Código Penal local en 2019 y reformar la Ley Estatal de Salud en 2021 no ha sido suficiente para garantizar su práctica en el sector público. Las modificaciones jurídicas no derivan en empatía entre todo el personal médico ni rompen los estigmas que llevan décadas incrustados en parte del imaginario social.

Ante este panorama, las oaxaqueñas han aprendido a crear redes de acompañamiento mientras avanzan hacia un futuro donde el aborto sea realmente accesible para todas. Éstas son algunas de sus voces. Varias hablaron con The Associated Press omitiendo detalles de su identidad para no poner en riesgo su seguridad.

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Viridiana Bautista, 36 años, activista en Las Consejeras

El interés para que me involucrara en el tema del aborto surgió por una experiencia personal: hace casi 13 años pasé por una interrupción. Me practicaron un legrado. Me rompieron mi útero. Estuve a punto de perder la vida. Me tuvieron que coser donde me habían roto.

Yo había sido catequista, entonces estaba permeada por una visión religiosa. En un principio me generó conflicto, pero intenté manejarlo. Después de unos años empecé a conocer diversos espacios feministas. Empecé a involucrarme con otra visión y dije “esto es bien importante porque, ¿a cuántas mujeres no les pesa el tema de la culpa?”.

Algunos grupo de mujeres (a las que llaman colectivas) me invitaron a participar porque se venía la propuesta de la despenalización. En cada reunión, todas cooperábamos.

Cuando se da la despenalización no lo podíamos creer. Fue muy emocionante. Fue resultado del trabajo de muchas compañeras: de las que convencieron a las diputadas para que llevaran la propuesta, que hicieron el posicionamiento, que trabajaron en redes sociales y que salieron a protestar.

Ahora el reto es lograr una despenalización social y que el aborto sea real, porque en ese momento fue “qué chido” (qué bien) y “lo logramos”, pero a tres años los retos son impresionantes.

Estamos permeados por prácticas machistas, misóginas y de violencia contra las mujeres. Son muchas las barreras a las cuales nos estamos enfrentando, tanto organizaciones como colectivas, activistas y defensoras de derechos para que esto sea una realidad, para que el aborto no nada más haya quedado en una cosa histórica.

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Nay Aquino, 41 años

La primera vez que interrumpí un embarazo yo no quería hacerlo. Estaba en una relación muy dependiente. Ahora lo veo como violencia psicológica. Yo no quería. Fue una decisión tomada por otra persona. Él vio todo lo que tenía que hacerse: buscar el dinero, pagar una clínica, un doctor y todo. Por el trauma no recuerdo bien las fechas. Pienso que habría tenido entre 19 y 20 años.

Recuerdo estar en lo frío del quirófano, sola con el ginecólogo y el movimiento de tirarme como en una carnicería, como tiran un pedazo de carne en la plancha y una mujer me dice “tranquila”, como para hacerme saber que ella está ahí. Cuando despierto estoy en el cuarto y no sé nada. No vuelvo a ver al doctor, no me dicen qué va a pasar. Veo los sueros y escucho “ya te puedes ir”, pero como el cuarto estaba pagado hasta el otro día, me quedé a dormir. Una amiga estuvo conmigo y se quedó toda la noche. Ella me dijo “nos tenemos que ir”. Me cambié, agarré mi mochila y me fui a la universidad a presentar un examen.

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Libia Valdez, 36 años, abogada en Ixmucane A.C.

Nuestra intención era trabajar con estudiantes de Derecho porque a nosotras en la universidad no nos formaron desde la perspectiva de derechos humanos y género ni desde la mirada de las comunidades indígenas.

Invitamos a varias aliadas, no sólo abogadas. Nos fuimos hacia el feminismo para que pudieran entrelazar. Hace tres o cuatro años muchas jóvenes creían que el feminismo era esto de las “feminazis” y queríamos que entendieran que es una corriente que permite analizar las realidades y el contexto de las mujeres.

Así fuimos llegando hacia los derechos sexuales y reproductivos y el derecho a decidir. Abordamos si en algún momento habían tenido que decidirlo y fue sorprendente escucharlas decir “yo lo decidí en algún momento” o “nosotras acompañamos a otra compañera que vivía sola”.

En ese grupo se crearon amistades bien estrechas. Era un espacio seguro para hablar. Llegó a tal grado que se creó una colectiva al interior. Se animaron a trabajar juntas y buscaron un nombre en zapoteco que quiere decir “mujeres que hacen trabajo ellas mismas”.

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Metztli Lima, 29 años, acompañante en La Campamenta

ZG