Esperaba a su hija; llegan malas noticias

 

De Mario, el famoso skater no se tiene rastro, la orden de aprehensión permanece sin ejecución


Victoria Pamela festejó su cumpleaños 23 sin saber que no habría otro 31 de agosto con pastel y mañanitas. Celebró con Mario, su pareja sentimental y algunos amigos en Cocoyoc, Morelos. Después, apareció su cuerpo inerte con heridas en el cuello bajo un chorro de agua caliente —como si lavara alguna culpa— en la habitación 20 del hotel Novo Coapa, en Tlalpan.

Con un mensaje que decía “tú sabes que al rato voy a llegar”, Pamela le prometió a su madre llevarle pastel del que sus compañeros de trabajo le habían regalado para celebrarle; sin embargo, Consuelo no volvió a ver a su hija con vida.

“Algo me decía llámale, búscala, pero mi hija ya no me respondió. Todas las llamadas fueron a buzón”, recuerda la mujer con la mirada perdida como buscando entre sus memorias el rostro y la voz de su hija.

Con la oscuridad del 2 de septiembre llegó un camino de dolor. “A mi domicilio llegaron dos policías de identificación buscando a los padres de Pamela, les dije que yo era su madre, me pidieron anotar una dirección. No me dijeron nada más”, detalla ante una concurrencia en completo silencio intentando comprender el dolor en el rostro de esa mujer.

“Llegamos al MP de Cuemanco y Periférico, ahí nos dijeron que teníamos que buscar al del Ministerio Público que él nos iba a atender —continúa—; ellos nos dicen que mi hija estaba ahí porque se había metido a robar unas cremas faciales. Me reí y pedí verla, en ese momento me preguntan ¿qué, su hija no es un travesti? No, mi hija es una mujer en su totalidad”, cuenta sin dar crédito aún de esa equivocación que por un momento le otorgó paz.

Pero esa calma duró poco cuando un nuevo funcionario le informó, con la misma sangre fría con que le arrebataron la vida a Pamela, que estaba muerta. La voz salió casi en un hilo, el rostro con paño de aquella mujer se deshizo sin soltar una lágrima. A su lado, un hombre enfundado en una playera blanca volteó al cielo cerrando los ojos como resguardando las gotas que de sus ojos brotaban.

A poco más de dos meses, los padres de esa joven con sueños que se unió a la lastimosa lista de feminicidios en la ciudad de México que de enero a junio de este año sumaban 87 casos, según cifras de ONG, parecen hablar y escuchar una historia de terror, una noticia de nota roja que por mucho tiempo vieron tan lejanas.

Tomados de la mano, guardan silencio para respirar profundo. “Ahí empezó toda nuestra pesadilla —asegura y vuelve a guardar silencio—; no lo puedo creer hasta esta fecha, hasta esta fecha no entiendo esa palabra de decir mi hija ya no va a volver, mi hija ya no está, a mi

hija la asesinaron, a mi hija la dejaron ahí”, relata con ese nudo en la voz que sin mucho éxito trata de controlar.

Entre rabia y un profundo dolor, Consuelo, asegura que la mataron junto su hija, de quien tiene el recuerdo de su sonrisa y su vestido rosa de la última foto que se tomó. De Mario, el famoso skater no se tiene rastro, la orden de aprehensión permanece sin ser ejecutada y el crimen en la impunidad, esa que propicia se siga atentando contra las mujeres.

“Mi amor ya no estás aquí, pero voy a gritar y a luchar hasta que encuentre la justicia”, advirtió doña Consuelo, decidida a que el nombre de su hija que ha sido señalado como drogadicta —versión que refuta la necropsia—quede limpio, y con justicia en una ciudad que permanece a la espera de saber si se activa la alerta por violencia de género, pues a decir de María de la Luz Estrada es un mecanismo que “sí toca, sí cuestiona, sí mueve, por eso es un mecanismo que debemos defender”.