“Era una noche perfecta”

 

Una persona no identificada utilizó este camión de carga como arma letal


Era una noche perfecta. El ambiente era bueno, los fuegos artificiales increíbles, los jóvenes lanzaban piedras al mar… Vamos, era una noche maravillosa. El paseo marítimo estaba repleto. Como en todos los 14 de julio. Había decicido pasar la noche en la playa en el lugar en el que el paseo marítimo se convierte en peatonal.

Cuando terminó el espectáculo nos levantamos todos a la vez. Nos dirigíamos hacia las escaleras, apretados como sardinas en lata. Me movía en zigzag entre la multitud para llegar hasta mi motoneta que había aparcado a dos pasos. De repente, a lo lejos, un ruido.

Mi primer pensamiento fue: un gracioso ha querido hacer su propio show de fuegos artificiales y no los ha controlado. Pero no. Una fracción de segundo más tarde, un enorme camión blanco se lanzaba a toda velocidad contra la multitud mientras daba volantazos para alcanzar el máximo número de personas. Este camión pasó a pocos metros de mí y ni siquiera me di cuenta. Vi que los cuerpos volaban como si fuesen pinos de boliche.

Escuché ruidos, gritos que nunca olvidaré. Estaba paralizado. No me moví. Al rededor sólo existía el pánico.

Seguí ese coche fúnebre con la mirada. La gente corría, gritaba, lloraba. Entonces me di cuenta. Y corrí con ellos. En dirección al Cocodrile, el lugar en el que todo el mundo se refugiaba. Sólo pasaron unos segundos, pero me parecieron una eternidad. “Busque un refugio”; “No se quede ahí”; “¿Dónde está mi hijo ¿Dónde está mi hijo?” Eran voces que escuchaba a mi alrededor.

Quería saber lo que había pasado, entonces salí. El paseo marítimo estaba desierto. Ningún ruido, ninguna sirena, ningún coche. Atravesé entonces la calle para volver al lugar por donde había pasado el camión. Me crucé con Raymond, de unos 50 años, y con lágrimas en los ojos, quien me dijo: “Hay muertos por todas partes”. Tenía razón.  Justo a sus espaldas, cadáveres cada cinco metros, sin miembros.

Trajeron agua para los heridos y toallas para cubrir a aquellos para los que ya no había esperanza. En ese momento no tuve valor. Me hubiese gustado ayudar, ser útil… Hacer algo. Pero no lo conseguí. Todavía estaba paralizado. Una segunda oleada de pánico me hizo regresar al Cocodrile. “¡Vuelve¡ ¡Vuelve!” Era falso. El condutor del camión asesino terminó su recorrido acribillado a balazos. No escuché los disparos, sólo gritos. Y ahora llantos, muchos llantos.

Seguí caminando. Recogí mi moto para alejarme lo más posible de ese infierno. Recorrí el paseo y tomé conciencia de la amplitud del drama. Había cuerpos y heridos por todas partes. Las primeras ambulancias comenzaron a llegar.

Aquella noche era… el horror.

TESTIMONIO

Damien Allamand es editor digital del periódico Nice Matin. Como cada año fue al malecón de Niza para ver los juegos artificiales de la celebración del 14 de Julio, aniversario de la Revolución Francesa. Justo al terminar, comenzó el ataque. Este es su testimonio de esa noche, que como tituló, hasta ese momento era perfecta.