Papa Francisco exalta la figura materna

 

Un mundo “sin madres”: frío y sin “sabor a hogar”


En su primera ceremonia pública de 2017 el papa Francisco indicó ayer que las madres son el “antídoto más fuerte” contra las tendencias egoístas, contra los encierros y apatías de una sociedad moderna “que ha perdido el corazón”.

La mañana del domingo, el Pontífice celebró una misa en la Basílica de San Pedro del Vaticano, la cual dedicó a la Virgen María e imaginó cómo sería un mundo “sin madres”: frío y sin “sabor a hogar”.

“Una sociedad sin madres sería una sociedad sin piedad que ha dejado lugar sólo al cálculo y a la especulación. Porque las madres, incluso en los peores momentos, saben dar testimonio de la ternura, de la entrega incondicional, de la fuerza de la esperanza”, afirmó.

Confesó haber aprendido mucho de esas madres que teniendo a sus hijos presos, o postrados en la cama de un hospital o sometidos por la esclavitud de la droga, con frío o calor, lluvia o sequía, no se dan por vencidas y siguen peleando para darles a ellos lo mejor.

“Esas madres que en los campos de refugiados, o incluso en medio de la guerra, logran abrazar y sostener sin desfallecer el sufrimiento de sus hijos. Madres que dejan literalmente la vida para que ninguno de sus hijos se pierda. Donde está la madre hay unidad, hay pertenencia de hijos”, agregó.

Esta reflexión partió de la figura de la Virgen, quien —siguió el Pontífice— le enseñó al niño Dios a escuchar los anhelos, las angustias, los gozos y las esperanzas del pueblo.

Recordó que María fue una mujer de pocas palabras, sin grandes discursos ni protagonismos.

“Donde hay madre, hay ternura. Y María con su maternidad nos muestra que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, nos enseña que no es necesario maltratar a otros para sentirse importantes”, estableció.

Más adelante, el Papa sostuvo que iniciar el año evocando su “rostro maternal” protege de la enfermedad de la “orfandad espiritual”, que padece el alma cuando se siente sin madre y le falta la ternura de Dios.

Se trata de una orfandad, abundó, que va apagando el sentido de pertenencia a una familia.