Y a todo esto… por qué usamos popotes

 

Hace tres años, un video en el que se ve a un equipo de investigación sacando un popote de la fosa nasal de una tortuga en Costa Rica se volvió viral y provocó tantas reacciones


POR JULIÁN VERÓN

El inconsciente y las costumbres tienen mucho más parecido del que nos detenemos a analizar en cualquier día agitado. Se podría decir que los dos términos hablan de situaciones o patrones que nos provocan a actuar de cierta manera, sin estar conscientes de ello. Por mi parte, tengo decenas de costumbres que llevo a cabo solamente por existir. Y cuando digo existir, me refiero a que no me detengo a pensar si lo que hago está bien, está mal, o no debería de seguir haciéndolo. Las hago porque ya me formé así y es bastante difícil enderezar el tronco de un árbol que nace doblado.

No recuerdo la primera vez que mi madre me dio un popote para tomar algún refresco o agua. Sólo recuerdo a mis pequeños labios colocarse sobre el plástico y jalar con el fin de que la dulce y venenosa azúcar de alguna coca cola bien fría se colara en mi garganta y pecho para lograr que fuese aún más necio de lo que ya era. Esa imagen debe tener entre 23 y 25 años de vieja, y hoy en día tengo 29. Quiero decir con esto que desde que tengo alguna especie de uso de razón, mi madre me enseñó a utilizar popotes. Y nunca hubo un por qué, una razón especial por la cual mis pequeños labios no podían alcanzar la bebida negra llena de azúcar por la cual muchísima gente está enferma hoy en día. Pensándolo bien, mi madre me había enseñado a tomar con un pequeño puente de plástico el veneno que haría que tuviese mas probabilidades de padecer sobrepeso en alguna etapa de mi juventud.

Bien. Basta con mi infancia. Hace días, me invitaron a un bar speakeasy de estos que están bastante de moda en la CDMX. Bares escondidos en los que no puedes entrar a menos que tengas una clave, reservación o conozcas el escondite secreto. Me senté en una mesa y pedí el trago más exótico que hubiera  en la carta. Para mi sorpresa, se trataba de muchísimos alcoholes servidos en una especie de foco con un agujero inmenso con el objetivo de que entraran dos popotes; en este caso, eran de bambú. Obvio yo no sabía esto, pero pregunté a la mesera y me dijo que en el lugar no servían con popotes de plástico. Yo le respondí: “Punto para las tortugas”. Ya sé: ¡bien pendejo mi comentario!

Hablo de las tortugas porque en agosto de 2015, la bióloga en conservación marina Christine Figgener subió a YouTube un video en el que se ve cómo su equipo de investigación saca un popote de 12 centímetros de la fosa nasal de una tortuga en Costa Rica. El video se volvió viral, y por mucho tiempo se pensó que realmente el consumo de pajillas disminuiría. Sin embargo, de acuerdo constrawwars.org, cada año al menos un millón de aves marinas, 100 000 mamíferos y tortugas marinas mueren cuando se enredan o ingieren la contaminación plástica. Incluso el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha informado que cada año terminan en el mar 20 millones de toneladas de plásticos, producto de la generación de basura, los rellenos sanitarios mal manejados, las actividades turísticas y la industria pesquera.

Mis dos experiencias personales (recordar desde cuándo consumo popotes de plástico y haber probado el de bambú) me hicieron reflexionar realmente sobre mi uso de estos cilindros de plástico. La verdad, el de bambú tiene un sabor increíble y me sentí como si estuviese en una especie de jungla exótica, y logró que el sabor y la experiencia de mi trago fuese mucho más deliciosa.

“Uso popotes de plástico porque en los restaurantes me los sirven, no tienen otra opción y realmente no me gusta poner mi boca sobre las latas. Uno no sabe dónde han estado estas latas y fácilmente pueden pasar ratas encima de ellas; básicamente es por higiene personal que los uso”, me dice Diana Bermúdez de 27 años. Además me confirma que todos sus amigos lo usan, y que realmente no están conscientes del daño que generan los popotes de plástico. “No hay mucha información sobre esto, pero ahora que lo sé quizás sí debería cambiar mi uso”.

Algunas personas utilizan la pajilla de plástico por su sabor “neutro”: “Sé que existen otro tipo de popotes y los he probado; pero alteran de sobre manera el sabor de la bebida y para eso prefiero no utilizar nada. Quizás hacen falta más opciones para los usuarios, y así todos contribuir con el medio ambiente”, cuenta Daniel Bejarano de 29 años. “Aunque estoy seguro de que ninguno sustituirá al plástico, por algo es tan consumido”, concluyó.

Platiqué con un par de personas más sobre su uso de popotes, sin embargo, esta vez les informé las ventajas de emplear otro tipo, como los de papel, que entre otras cosas, cumplen con el grado de alimentos de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en ingles), son durables, amistosos con el entorno y vienen en diversos tamaños. “No sabía que existían otro tipo de popotes, y aún me es difícil de creer porque en casi ningún lugar al que voy a comer están; creo que si nos dieran al menos variedad para escoger, terminaríamos ajustándonos a lo que más ayude al ambiente. Al final del día todos vivimos en el mismo planeta”, opina Alex Hernández, de 27 años. Le comenté que en Estados unidos se usan 500 millones de popotes de plástico en un solo día. “Los números son absurdos, y creo que si esta información estuviese en espectaculares o rondando a diario en Internet, todo este tema de los popotes de plástico cambiaría y su consumo disminuiría”, concluye.

¿Por qué seguimos usando popotes? Es realmente una pregunta válida y valiosa. ¿Estaremos atrapados aún en la etapa oral que tanto nos advirtió nuestro amigo Freud? Yo me voy un poco más por la costumbre. Y sí, señor Freud, casi a todos nuestras madres nos enseñaron a usar pajillas de plástico, y ahí quizás tengas razón de nuevo. Pero ya somos adultos y es hora de romper patrones y costumbres innecesarias. Además de ayudar al medio ambiente, nos quitaríamos un hábito que no nos hace ningún favor. Están los vasos de vidrio, bien fríos, o los popotes sustentables, y realmente algunos le dan una experiencia nueva a tomar una simple bebida.

Yo les recomendaría a todos que usaran el popote de bambú, o si quieren algo mucho más durable, usen los de acero inoxidable que se venden en Internet con todo y su cepillito para limpiarlos y que no les de asco; o para los amantes del aguacate, ya hay unos que son biodegradables pues se hacen con semillas de este apreciado fruto mexicano. Si no quieren tener algo en su boca que interfiera el paso de la bebida, pues no usen nada y fin de la discusión porque, ¿ya superamos la etapa oral, no? O como me terminó diciendo la última persona que entrevisté sobre el tema, un joven de 25 años que trabaja como gerente en un restaurante: “Es hasta una cuestión de culturizar a la gente y volverlos a acostumbrar. Yo dejé de servir popotes de plástico en mi restaurante y sí, al primer mes me preguntaban a diario. Pero al cabo del tiempo la gente se acostumbró y ya casi nadie pregunta. Es como casi todo en la vida, una costumbre”.