La historia del ‘Padre Meño’, el pederasta de Coahuila

 

El sacerdote fue declarado culpable por abuso de un menor


El 18 de agosto de 2017, Juan Manuel Riojas, mejor conocido en Coahuila como “El padre Meño”, acudió a la Fiscalía General del estado para entregarse. En ese entonces iba acompañado de su abogado pues enfrentaría acusaciones por violación calificada.

 A más de un año del encarcelamiento del sacerdote, un Tribunal Oral lo encontró culpable del delito de violación calificada y violación en grado de tentativa con abuso de autoridad y confianza por aprovecharse de su condición.

La esperada sentencia, sobre todo por la víctima, se dará a conocer el próximo 3 de octubre.

Actualmente preso en el Centro de Reinserción Social Varonil de Piedras Negras, Coahuila, el padre fue denunciado el 24 de marzo de 2017 por el joven seminarista Roberto Javier Calzada Tamez por los delitos que ahora enfrenta.

El año pasado la Procuraduría local ofrecía hasta 200 mil pesos para quien diera información de su paradero, antes de que se entregara, y hasta la General de la República (PGR) lanzó una alerta roja para localizarlo en México o el extranjero.

 Información de medios locales refiere que el método del pederasta consistía en realizar rondines entre los dormitorios de los seminaristas, pupilos suyos, para elegir a sus víctimas al azar. Se presume que Calzada Tamez no fue el único que sufrió abusos sexuales.

Otro de los jóvenes abusados, Ignacio Martínez Pacheco, quien tenía 15 años cuando ingresó al Seminario Menor Diocesano de Piedras Negras, narró al mismo medio que el padre “Meño” lo buscó una noche en el lugar donde dormía para invitarlo a salir.

“Salimos al patio, me empezó a preguntar cosas sexuales y a preguntar cómo me satisfacía yo en ese lugar. Me llevaba del hombro y me lo acariciaba… Nos sentamos en la barda que divide la acequia donde me jaló del cuello con su mano obligándome para que bajara a su pene, me presionaba a su área genital y me introdujo el pene en la boca. Duró unos o tres minutos”, narró.

Al final, confundido, Ignacio dijo que el sacerdote sólo le dijo: “vete a dormir. Esto queda entre tú y yo”.

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