Mixquic despertaba tarde en pleno Día de Muertos

 

Pasaban de las 7 de la mañana del 2 de noviembre y el histórico Panteón de San Andrés continuaba cerrado


Mixquic despertaba tarde en pleno Día de Muertos.

Pasaban de las 7 de la mañana del 2 de noviembre y el histórico Panteón de San Andrés continuaba cerrado, mientras algunas personas deseaban entrar, con Flores en mano, para adornar las tumbas de los suyos.

Todo el muro de este camposanto estaba apuntalado con fríos palos de madera que sostenían, endebles, el concreto cuarteado.

Además, la imagen cruda de lápidas derruidas y próximas a desmoronarse.

Se trataba de lo estragos del sismo del 19 de septiembre.

“Sí cambia el ambiente porque pues hace un ańo, el 30 ya había gente y ahora no hubo nada”, lamentaba Mario Díaz, nativo de Mixquic,

Olivia Gutiérrez, quien acudía a rendir homenaje a su padre, calificaba como “ triste”el ambiente; y sobre el Panteón, decía sin ambajes: “yo creo que no da para más”.

Por si fuera poco, la cantidad de comercios y visitantes era menor que otro ańos.

Pero el culto mortuorio cobraba vida.

Turistas nacionales y extranjeros arribaban por “montones” a uno de los siete pueblos originarios de Tláhuac.

La batucada recibía con ritmo a los fieles que ingresaban al épico cementerio.

Calles completas, coloreadas de cempasúchil y cómicos cráneos, esperaban la llegada de sus difuntos.

Y en la casas, los muertos eran tratados como vivos….

“Es como si en realidad sí estuviera tu ser querido contigo, o sea la brindas el desayuno, comida y la cena”, refería Jaime Martínez, Originario de Mixquic quien ocupaba la mitad de su patio solo para colocar la ofrenda a sus padres.

La noche caía y el momento esperado llegaba. Los mixquicas lo nombran La Alumbrada y consistía en acompañar a sus difuntos rodeados de fuego, a través de indefensas llamas de veladoras y cirios.

“Lo cirios es la luz que Dios nos dio a seguir el camino”, explicaba Maria, de edad avanzada y quien se postraba a un costado de la lápida de sus esposo.

El olor a copal acompañaba los cantos sacros de un altavoz proveniente de la iglesia de San Andrés Apóstol, un sincretismo espiritual que, aseguran, solo los mixquicas pueden reunir.