El Cirque du Solei… pero bizarro

 

Estrena temporada en la CDMX El circo de las pesadillas


Hasta el próximo 26 de noviembre el Gran Teatro Moliere, en la Ciudad de México, será el umbral de las más retorcidas pesadillas evocadas por los miedos de una niña de 11 años.

Arlequines, espantapájaros, demonios, zombis, payasos desfigurados y demás engendros dan la bienvenida a chicos y grandes, quienes se aventuran a un mundo de penumbra donde el sonido de un platillo provoca los gritos de aquellos incautos que, poco a poco, llenan las butacas de El Circo de las Pesadillas.

Una voz tenebrosa a lo lejos hace el llamado para comenzar un viaje hacia las tinieblas, nadie sabe exactamente en dónde será el final del trayecto tenebroso.

Por un instante aquellos seres, sacados de las mentes más bizarras, con gran técnica y ejecución en la acrobacia comienzan a meterse entre pasillos y asientos para asustar a todos los desprevenidos, que entre risas llegan con valentía al espectáculo de terror.

Gritos, olor a palomitas y un ligero frío en el ambiente se hacen presentes en un espacio que recuerda a los viejos teatros de principios del siglo XIX. Al centro del escenario circular una cama iluminada, al fondo un escenario con rejas que aluden a la entrada de un viejo cementerio.

“Tercera llamada: el mundo de las tinieblas está por abrir mentes errantes”, dice la voz desde el inframundo. Las pocas luces de azul carmesí que, por un momento, acompañaron a los asistentes desaparecen y una música estridente sacude los oídos.

La oscuridad se disipa y los reflectores apuntan a la cama, arriba de ella una pequeña niña rogando a gritos por no ser llevada al mundo de la oscuridad, mientras que la decena de horrorosos entes arrastran el lecho.

La cama que resguardó los sueños de aquella niña es absorbida a un mundo paralelo conocido como “El umbral”. La chiquilla de pelo largo y en pijama está a punto de arribar al lugar de sus peores pesadillas.

Con una brillante y llamativa chaqueta de frac color rojo y un sombrero de copa negro, el tenebroso Ónix hace su incursión en el escenario, de manera burlona. Explica que están en un mundo donde sus peores pesadillas se harán realidad, sobre todo las de aquella niña de nombre Isabella.

Asustada, la pequeña irrumpe la elocuente bienvenida del anfitrión a la velada lúgubre. Una vez presentados, Ónix explica a la niña que la única forma de salir es atravesando los nueve niveles que lo integran, en cada uno tendrá que enfrentar a los seres que cada noche la acechan en sus sueños y pesadillas.

“El Umbral” es custodiado por Perséfone, reina del inframundo, quien le advertirá posteriormente que sus miedos son su peor enemigo y la forma en que este mundo se alimenta. En su andar por el eclipsado y extraño territorio, Isabella se encara con acrobáticos zombis, esqueletos fosforescentes que buscan equilibrarse uno sobre otro, además un siniestro titiritero que con sus piernas hace girar el cuerpo de un pequeño muñeco.

Dos gárgolas desafían lo establecido al sostener una el cuerpo pesado de ambas; además, una muñeca desfigurada surca los aires como trapecista, sólo con sus dientes.

Las pesadillas de Isabella no acaban, la afronta un demente que ha roto sus ataduras del manicomio para retar al círculo de la muerte.

Dentro de la historia no todo pinta mal para la pequeña, el humor negro y alocado de Beetlejuice hace que por momentos se arranquen ciertas cargadas. Pero un payaso espeluznante que lleva un globo no tarda en aparecer en el camino de la niña para seguir propagando el terror.

El desenlace para Isabella no está escrito, su salida del umbral está en poder superar sus pesadillas o volverse parte de ellas.