¡Ahí nos vemos en el Zócalo!

 

El Zócalo ha sido sede de instituciones que tienen bajo su dominio la organización de la sociedad


EMILIANO PÉREZ CRUZ

¡Sopas! Apenas se habla de remodelar el Zócalo de la Ciudad de México y retiembla en sus centros la tierra…

Zócalo, según el Diccionario de la Lengua Española, es el cuerpo inferior de un edificio u obra, que eleva los basamentos a un mismo nivel; también, friso (faja de la parte inferior de las paredes), que en México ha degenerado en zoclo; especie de pedestal, agrega el tumbaburros, y remata: plaza principal de una ciudad, especialmente la del Distrito Federal (hoy CDMX, donde en 1844 se construyó el zócalo para un monumento a la independencia que nunca llegó, pero dio nombre al sitio).

¡Moles! “He pedido que me preparen un proyecto de reparación y rediseño de la plancha del Zócalo, me parece fundamental que tenga una nueva cara, una nueva imagen; es una zona emblemática, y que se pueda disfrutar por toda la gente”, recién dijo el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, y el mundo se le vino encima sólo porque la remodelación y ampliación de la Plaza de la Constitución consistirá en cambiarle piso y excavar 50 centímetros para renivelar la plaza y tenerla lista antes del Grito de la Independencia.

¡Chispas! Y uno recuerda el ciclo de conferencias magistrales “La Plaza Principal, su entorno y su historia”, que para celebrar sus 75 años organizó el INAH en 2014. Ahí recordó el director del Museo del Templo Mayor, Carlos Javier González González:

–Escuché decir al doctor Miguel León-Portilla un tanto indignado, cuando presentó un libro de Ángeles González Gamio y Eduardo Matos, que ha sido utilizada como circo de tres pistas y hasta como estacionamiento. Cualquier cosa se puede esperar, para fortuna o desgracia, de este gran sitio que es el corazón de la ciudad, de nuestro país.

¡Chíngalo! En ese mismo ciclo, el etnohistoriador Luis Barjau sintetizó: “El Palacio de Moctezuma, que estaba donde hoy se ubica Palacio Nacional, se llamaba Cuauhquiahuac. Era inmenso y muy relevante en su época.

A partir de entonces, en todos los momentos de la historia de México, el Zócalo ha sido sede de instituciones que tienen bajo su dominio la organización de la sociedad”.

Señaló que luego de derrotar a la antigua Tenochtitlán, la Corona española erigió el Palacio Virreinal y la Catedral Metropolitana. En el siglo XIX, con la Independencia, se construyó el Palacio Nacional como asiento de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y tuvo su esplendor el mercado del Parián. Así lo recuerda Guillermo Prieto en Memorias de mis tiempos, allá por 1928:

“El Parián era un vasto edificio que ocupaba poco más o menos el cuadrado que ahora tiene el nombre de zócalo. Por los cuatro costados tenía accesorias que daban a los cuatro vientos, de forma regular y corrida, coronadas por ventanas de hierro de vara y media de altura, indicando el piso superior destinado a los almacenes.

“Las hileras de puertas sólo se interrumpían por las entradas principales, que daban a los cuatro vientos, y se distinguían las secciones, ocupadas por los propietarios, por los rótulos y las diferentes mercancías: alacenas de calzado, avíos de sastre, peletería, cajones de fierros, chapas y llaves, coas y rejas de arado, parrillas y tubos, balas y municiones de todos calibres, y campanas telas finas, rasos de china, canelones y terciopelos, y todas las curiosidades traídas en la Nao de China, y rejoles de tortolitas y campanitas y…”

–El Zócalo es el corazón de la ciudad, a diferencia de muchas metrópolis modernas que no tienen un centro significativo como el nuestro –agregó Barjau, y remató–: Tener uno habla mucho sobre la identidad, las características y la existencia de la nación. México tiene en esta plaza un punto de confluencia donde se narra de manera viva el significado de su historia.

¡Ayjos! Y pensar que en ese Zócalo –cuando niños– volamos papalotes, y tras la construcción del metro, sobre las rejillas de las respiraderas cercanas al acceso que da a la plancha, colocábamos un paliacate al que agregábamos hilos y un soldadito de plástico al que volvíamos paracaidista que se elevaba al paso de los convoyes, gracias al viento que surgía del interior del andén; y ahí que llegaron los colonos de lo que sería Ciudad NezaYork para exigir la regularización de sus lotes, y el 13 de agosto de 1968 arribó una manifestación estudiantil proveniente del Casco de Santo Tomás, hecho simbólico y arrojado, pues el movimiento tomó el centro del poder autoritario y represivo, y el Zócalo fue rojo y es Meca de cuanta protesta desee manifestarse, y escenario donde los granaderos gasean y corretean gente a garrotazos, y centro de reunión, seña de identidad, sitio para una caminadita de manita sudada y espacio para ferias de todos colores y sabores, a sí como de espectáculos artísticos que presenciamos devorando tlayudas con nopalitos compuestos, elotes con mayonesa, queso y chilito y, uf: hasta quemamos un churro de cannabis.

Mejor, como quien dice: ahí nos vemos en el Zócalo. Y que Mancera acuda a ¡Pare de sufrir! y refuerce el ánimo con tecitos de yerbas adquiridas en el Pasaje Catedral.