Algo pasa en México

 

Los programas para combatir la violencia han fracasado


No me gusta lo que observo, pero creo que el primer paso para lanzar una alerta de los peligros que corre una sociedad cuando la criminalidad se apodera de los espacios públicos es iniciar el debate de los mismos, aceptando las consecuencias sociales y reformando el aparato operativo encargado de combatir a esa criminalidad que cada día se hace más presente, y se multiplica como la Hidra de Lerna, ésa que según la mitología griega tenía siete cabezas cuyo número crecía conforme se incrementaban las tribulaciones públicas.

La violencia no tan sólo se ha enseñoreado en la mayor parte del país, también podemos decir que los programas diseñados para combatirla han fracasado rotundamente, aunque nos cueste aceptarlo, y más a los responsables en los tres órdenes de gobierno. Lo que ahora llamamos desde la esfera gubernamental “guerra entre cárteles por el control de las plazas a lo largo y ancho del país” no es más que una estrategia de comunicación ante la evidencia de la ineficacia de nuestros cuerpos policiales.

Por ello es que estamos recurriendo, como última esperanza de salvación, a las Fuerzas Armadas del país, y les hemos dotado con elementos suficientes para que hagan mejor su trabajo, y actúen en concordancia con el marco legal asignado para evitar que la violencia siga escalando en la mayor parte de las entidades federativas. Para intentar resolver un problema lo primero que se requiere es aceptar que el problema existe, y los mexicanos estamos ante el mayor riesgo desde que las policías locales dejaron de ser efectivas.

En el Estado de Guerrero la violencia se ha agudizado, y lo más grave es que se ha centrado contra aquellos que dirigen o aspiran a seguir digiriendo el destino de los pueblos. Arturo Gómez Pérez era quizá el Presidente Municipal más apreciado y querido de la historia de la ciudad más importante de la Costa Grande de Guerrero: Petatlán. Hizo un trabajo excepcional durante su mandato y por consecuencia pensaba en la reelección. Fue asesinado arteramente y hasta ahora se desconoce el motivo. Su amabilidad y afabilidad con la gente, y su decencia a la hora de invertir el dinero público, lo convirtió en el mejor hombre del municipio.

El empresario Miguel Solorio manifestó su interés en contender por la candidatura independiente para la presidencia de Zihuatanejo, pero fue asesinado la noche del martes pasado junto a su guardaespaldas. El aspirante más fuerte a la alcaldía de Atoyac, el priista Adolfo Serna Nogueda, fue asesinado en el centro del histórico del municipio. Tenía 35 años de edad y era un exitoso empresario de la construcción.

Lo que ocurre en Guerrero ha ocurrido en diversas partes del país, y que me perdonen los promotores de los derechos humanos, pero cuando sujetos de este tipo se dan a la tarea de víctimar a los mejores elementos de una sociedad para postrarla a sus designios, no puede haber derecho humano que valga para ellos. No deben tener los mismos derechos que aquellos que se parten el alma por servir a los demás. Sé que me ganaré muchas críticas, pero habrá que pensar nuevamente en la pena de muerte. No podemos seguir manteniendo con nuestro dinero a las bestias que nos matan todos los días. Al tiempo.

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