Alto riesgo

 

Toda una cosecha de políticos ya está agotada


En la política de México se están produciendo cambios sustanciales.

Por una parte, está un joven llamado Ricardo Anaya que avanza contra todo pronóstico y pasa de ser un político local auspiciado por lo más joven del calderonismo, a conquistar la dirigencia del PAN e intentar conducirlo para sí mismo.

Por otra, está un político que a pesar de tener una carrera profesional y haber sido tan discreto en sus intervenciones políticas –al grado de ser calificado más como tecnócrata que como político– ahora utilizando la única traducción real de impacto popular que ha tenido la Reforma Energética, sale desde el pelotón de atrás y se postula para sustituir nada más y nada menos que a Manlio Fabio Beltrones en la presidencia del PRI. Me refiero a Enrique Ochoa Reza.

La historia nos ha demostrado que para ser bueno en política no es suficiente con ser joven. Y es que, la juventud en muchos casos se convierte en una enfermedad que suele pasar con los años.

El problema es que toda una cosecha de políticos ya está agotada. Y además, las jóvenes promesas que hoy gobiernan han producido un salto generacional y de costumbres al interior de sus partidos.

Aunque si no son cuidadosos se podrían encontrar no precisamente con una rebelión, sino con un elemento pasivo generalizado muy peligroso en este momento.

La historia no se detiene y el tiempo no espera. Y es evidente que había muchas lecturas posibles para el 5 de junio, una de ellas era apostar por las nuevas generaciones, no sólo en los gobiernos de los estados, sino también en las presidencias de los partidos.

Los primeros que hicieron eso fueron los panistas y hay interpretaciones que aseguran que en el proceso electoral habrá una partida de ajedrez con un solo jugador. Pero en cualquier caso conviene seguir muy de cerca tanto la votación como la actuación política.

Y en ese sentido, la vida me dio una sorpresa cuando un político español nacido del franquismo se convirtió – contra todo pronóstico– en el autor del milagro de la democracia española.

Nunca olvidaré aquel día que escuché al antiguo presidente de España, Adolfo Suárez declarar en un viaje en el avión presidencial: “Asombraremos al mundo”.

Al principio no lo creí, pero la verdad es que después los españoles asombraban al mundo, como ahora lo hacen con la situación de inestabilidad política en la que viven.

Lo que quiero decir es que no se puede jugar al maniqueísmo de no darle a nadie la oportunidad de asombrar al mundo o por lo menos de hacer las cosas mejor. Pero mientras tanto lo que debemos reconocer es que ya estamos viviendo en un tiempo de alto riesgo.