AMLO-crimen organizado: hermano Zeta o los cárteles como Estado

 

El próximo Gobierno Federal carece de un diagnóstico de la inseguridad como parte de una reorganización de las élites políticas y policiacas


En dos escenarios diferentes y dos grupos distintos, la estrategia de seguridad del candidato triunfador Andrés Manuel López Obrador encara dos opciones: o el “hermano Zeta” del padre Solalinde, que parece definir la nueva secretaría de Seguridad Pública federal, o la definición de delincuentes como enemigos del Estado y la sociedad que desarrollará Raymundo Collins como secretario de Seguridad Pública del gobierno de Ciudad de México.

El próximo Gobierno Federal carece de un diagnóstico de la inseguridad como parte de una reorganización de las élites políticas y policiacas y anda realizando foros para admitir sugerencias. Pero como foro, en los estilos priistas que van a prevalecer otros seis años, esos foros sólo van a legitimar el modelo social ya asumido. De ahí el interés de meter al papa Francisco y a la Iglesia Católica, no ajena al auge de la criminalidad, como aval.

Luego de que los gobiernos capitalinos 2000-2018 permitieron que los cárteles llegaran bajo el criterio de que eran ventas de droga y no estructuras de poder, el crimen organizado se metió en los gobiernos delegacionales perredistas-morenistas y asumió el control de bandas delincuenciales menores –desde la piratería hasta las extorsiones, pasando por la prostitución y la venta de protección–; es decir, en el aparato de poder del Estado. El enfoque criminalístico de Raymundo Collins es el único que puede contener y revertir el auge de la inseguridad: los delincuentes son enemigos de la autoridad, no pecadores en busca de redención.

Collins ha desarrollado una experiencia en materia de seguridad no sólo en cargos nacionales, sino mediante capacitaciones en instancias especializadas de los EU, como el FBI, entre otros. Y ha trabajado en las dos partes esenciales de la seguridad: el campo, donde sólo se habla el lenguaje a veces autoritario de la ley, y el de la inteligencia, en oficinas dedicadas al procesamiento de la información; y ha desarrollado experiencia en delincuencia común y en cárteles del crimen organizado.

La sociedad va a percibir estos dos enfoques: el del “hermano Zeta” del padre Solalinde en la SSP federal y el de la delincuencia como Estado. Los saldos de Collins en sus funciones de seguridad en áreas federales y capitalinas hablan de buenos resultados. Al jefe interino de gobierno Amieva le urge contener en el corto plazo el avance de la delincuencia más escurridiza, la callejera que implica una nueva movilidad de las policías.

El descuido en Ciudad de México en torno al tema de seguridad llevó al surgimiento de una nueva estructura criminal: la venta de droga para el consumo al menudeo. El criterio oficial creyó que las bandas de distribución de droga para consumo no representaban a los cárteles. Pero las organizaciones criminales no sólo se asentaron, sino que se metieron hasta el fondo de las estructuras de gobierno de algunas delegaciones capitalinas –Tláhuac, Iztapalapa, Coyoacán y Gustavo A. Madero, entre otras, ya fuera del PRD o Morena–.

Collins representa la opción de combate al crimen organizado, en tanto que el modelo Solalinde-SSP federal es el de la redención del criminal y el crimen como pecado dostoyevskiano. Pero el camino debe ser el de crimen y castigo, no el de transgresión y expiación.

Política para dummies: La política es lo que se encuentra debajo de las promesas del poder.

Si yo fuera Maquiavelo: “Hace odioso (al príncipe), sobre todo, el ser expoliador y el apoderarse de los bienes y las mujeres de los súbditos, de todo lo cual convendría abstenerse”.