AMLO-Morena: más de lo mismo, bueno, un poco menos pero igual

 

El principal desafío de López Obrador estará en encontrar su sistema político para la administración del poder sin repetir la crisis priista 1983-2018


1. – Las posibilidades de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador dependen de su habilidad para administrar en Morena sus nuevas bases licuadas de todos los grupos y personas que ya no encontraron en el sistema político priista lo necesario para sus ambiciones personales.

2.- Por tanto, su propuesta no es reformista, ni revolucionaria, ni histórica, ni diseñadora de un nuevo proyecto de nación diferente al del tercer movimiento revolucionario nacional: la Revolución Mexicana. En la realidad, es neopopulista.

3.- La propuesta de López Obrador es, paradójicamente por estar sustentada en una alianza neopopulista, apenas eficientista; se trata de que las cosas como están en el actual sistema económico/político/social simplemente funcionen. Por eso centró el eje de su modelo en la lucha contra la corrupción, pero no porque los mexicanos la hayan definido o exigido –los morenistas le entraron hace tiempo a la corrupción–, sino porque la corrupción ha distorsionado el funcionamiento eficiente del aparato público.

4.- En este sentido, tampoco es pospopulista; carece de voluntad, fuerza y aparato institucional para construir un nuevo modelo de relaciones sociales de producción. Como llegó a la presidencia por el voto de los marginados, entonces a ellos les deberá la esencia de su gobierno y su asistencialismo como control de la protesta social.

5.- El responsable directo de la derrota abrumadora del PRI no sólo por porcentaje electoral sino porque fue desplazado de los equilibrios políticos y quedó anulado como partido-sistema, fue el presidente Enrique Peña Nieto. Su modelo de sucesión presidencial quiso reconstruir el viejo presidencialismo obregonista –su tesis El presidencialismo de Alvaro Obregón–: dedazo, tapado, control de la campaña por el grupo peñista –Luis Videgaray, Enrique Ochoa, Aurelio Nuño–, supeditación al presidente saliente, apropiación de las candidaturas legislativas, uso de la política social y cero autonomía al PRI.

6.- El presidente Peña careció de una lectura estratégica del escenario electoral y se negó a una jugada audaz: apostar su resto a una alianza MeadeAnaya con un programa de reforma de sistema/régimen/Estado y, de paso, la quema de alguna figura contaminada por la corrupción, sobre todo del gran escándalo que se conoce como la estafa maestra.

7.- Pero nada. El presidente Peña operó la sucesión de 2018 como Obregón la de 1928: para sí mismo; el trasfondo de la reelección directa antes e indirecta hoy.

López Obrador, en cambio supo leer entre líneas el proceso peñista y uno a uno fue desmontando sus puntos clave.

8.- López Obrador entendió el hartazgo social contra el PRI, el sistema priista y Peña Nieto. Por eso no importó que fuera sumando en Morena la larga lista de autoexiliados del PRI y del gobierno y de la oposición, no contó la pesada carga de corruptelas en las espaldas de cada neomorenista; el problema será ahora reconstruir el sistema viejo con los que lo destruyeron.

9.- El destino del PRI es un dilema: dejarlo en manos de Peña y terminar de hundirlo o encontrar un liderazgo de reserva sin Peña que cuando menos evite el naufragio total.

10.- Y el principal desafío de López Obrador estará en encontrar su sistema político para la administración del poder sin repetir la crisis priista 1983-2018.

Política para dummies: La política es el territorio de las estrategias de poder, no el reino mágico de Oz.

Si yo fuera Maquiavelo: “Un príncipe nuevo a menudo, para conservarse en el poder, se ve arrastrado a obrar contra la fe, la caridad, la humanidad y la religión”.