“Atención amorosa en Cuaresma”

 

Traer la atención en el prójimo, especialmente en la Cuaresma, es más provechoso para la vida


Traer la atención amorosa puesta en Dios es principal motivo de la Cuaresma para encontrarse con el Señor en su Pasión, su Muerte y su gloriosa Resurrección; pero la Cuaresma, en seguimiento a la enseñanza de Jesús, mueve a poner también la atención en un segundo mandamiento: “El primero es: Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12,29-31).

Esta atención debida al prójimo la explica hermosamente la Tradición, en uno de los Padres de la Iglesia, con este texto: “¿Crees que amar al prójimo no es algo obligatorio para ti, sino que tú lo decides?; ¿que no es una ley, sino un consejo? En verdad, también yo lo deseaba y estaba convencido de ello: pero me aterra la mano izquierda (del Juez divino), las burlas, los reproches de él sentado en su trono. Son juzgados porque no cuidaron a Cristo en los necesitados. Por eso, si quieren escucharme, mientras tenemos tiempo, recibamos a Cristo. (Gregorio Nacianceno, El amor por los pobres, 36,39-40).

Una forma en la que es posible manifestar nuestra atención dirigida a Dios, es mediante el poderoso signo de nuestra salvación, del que somos poseedores por la gracia del bautismo, que es la cruz. Así lo explica la Tradición, en otro de los Padres de la Iglesia.

Traer la atención amorosa en Dios y en el prójimo, especialmente en la Cuaresma, es más provechoso para la vida del espíritu de lo pudiese parecer; se trata de un tiempo que inicia con tristeza, llega al dolor y a la muerte, pero trasciende en alegría desbordante que es dadora de vida; se repiten las alabanzas de Dios después de la resurrección, porque nuestra alabanza será eterna luego de nuestra resurrección” (San Agustín, discurso 354,4-5).

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