Augurio panista

 

Sin lugar a dudas el fenómeno en que se convirtió el Movimiento de Regeneración Nacional encabezado por Andrés Manuel López Obrador, se significó como la fracción política emergente y destinada a convertirse en en el icono de los tiempos del encono y la frustración social. Después de los yerros gubernamentales, y de la corrupción rampante […]


Sin lugar a dudas el fenómeno en que se convirtió el Movimiento de Regeneración Nacional encabezado por Andrés Manuel López Obrador, se significó como la fracción política emergente y destinada a convertirse en en el icono de los tiempos del encono y la frustración social.

Después de los yerros gubernamentales, y de la corrupción rampante entre tricolores y blanquiazules, los mexicanos decidieron dar la espalda a las fuerzas políticas más representativas de la historia reciente, y se aventuraron a votar por un revulsivo histórico que cambiara la ruta política, económica y social del país.

Andrés Manuel López Obrador salió triunfante por méritos propios, pero sobre todo porque se significó como la única esperanza de cambio social, político y económico para la gente y para el país, ante los fracasos recurrentes tanto de panistas como de tricolores que nunca pudieron encontrar la ruta de la equidad social, y por consecuencia de la disminución de la pobreza, ese flagelo que se nos arraigo desde nuestra conformación como nación y como país, y para el que nunca encontramos antídoto.

Para decirlo más claro, el “sembrador de esperanza” en que se convirtió el tabasqueño con sus reiteradas señales acerca de su diferencia, fueron lapidarios para todas las fuerzas políticas que vieron disminuida considerablemente su presencia ante el avasallamiento del Movimiento De Regeneración Nacional hecho partido, porque así lo establecen las leyes electorales, pero que nunca dejó de tener esa característica de movimiento social articulado desde el mando único de Andrés Manuel López Obrador.

Panistas y tricolores se empequeñecieron, y lo que queda de la otrora izquierda tradicional no alcanza ni siquiera para suponer que habrá una reorganización de las falanges que aún quedan desperdigadas por ahí sin rumbo, dirección y liderazgo, porque todas sus corrientes se fueron en masa al cobijo de quién hoy encabeza uno de los gobiernos más sólidos de la historia reciente, y quien decidirá el destino de este país en los siguientes treinta años, aunque seguramente no le corresponderá vivirlos.

Desconozco si Andrés Manuel López Obrador haya dimensionado  el tamaño de su hazaña, pero indudablemente que el Sistema Político Mexicano cambiara considerablemente, aunque seguirá latente la posibilidad de que regresemos a “los tiempos de un solo hombre”. Pero también tengo la certeza de que la tentación autoritaria seguirá latente aunque no encabezada por el mismo López Obrador, sino por el odio acumulado en los integrantes de la generación que seguramente se apresta a suplirlo.

El Senador Damian Zepeda dejó muy claro que que en su partido queda gente buena que debe mantener el rumbo, pero que si no recuperan la confianza, el blanquiazul puede desaparecer como fuerza política en los siguientes años, y aunque Puebla no sea considerada como uno de sus bastiones, corre el grave peligro de que caiga en manos de los morenistas.

No anda errado el senador, pero no solamente es el blanquiazul, son la mayor parte de las fuerzas políticas.

Los tricolores están más perdidos que nunca, y el liderazgo de Claudia Ruiz Massieu no pasa de ser una coordinación de los pocos liderazgos que le quedan a la otrora aplanadora política.

Pero también hay que señalar que la reorganización no pasa por la mesa de la Guerrerense porque no le alcanza ni en liderazgo ni en presencia y peso político. Sin lugar a dudas el augurio de Damian Zepeda ha sido una sentencia tanto para panistas como para perredistas, pero a quien más le ha dolido es a los tricolores, que hasta ahora navegan en aguas turbulentas sin timón ni brújula.

Al tiempo.

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