Estamos solos

 

La autoridad no tiene soluciones, sólo sanciones


Sábado 25 de junio, cuarto del mes. Un automovilista se desplaza con gran prisa por Calzada de Tlalpan, a la altura de Ermita, rumbo al aeropuerto. Va por un familiar sin ningún conocimiento de la ciudad y lleva ya un retraso considerable. De pronto es orillado por un motociclista de tránsito y al instante le cae el veinte: su placa termina en 2 y ese sábado no circula.

Está pendiente del calendario ordinario, pero no lleva el mismo control sobre los fines de semana. Descubre después que es el día más productivo, pues a muchos automovilistas les sucede lo mismo. No intenta justificarse, asume su omisión, pero decide dejar el carro para su remolque por la grúa, y seguir su periplo en taxi y recoger a su pariente. No le parece al policía, quien argumenta no poder responsabilizarse por el vehículo en esas condiciones.

Ofrece entonces la alternativa: obtener, previo pago de 300 pesos, la contraseña del día para circular sin problema. El agente la anotaría de puño y letra, con la certeza de ser respetada “por cualquier otro compañero”, en un cartoncito con membrete del gobierno de la CDMX, de la SSP local, la Dirección General de Aplicación de Normatividad de Tránsito y la Dirección de Control de Depósitos. No acepta, estaciona su coche y se va sin pelear. Por la tarde intenta recoger su carro en el corralón, pero no puede, ya está cerrado y reabre hasta el lunes, debe pagar dos días por el depósito más el arrastre. Le sale caro ser un buen ciudadano. Todo está en su contra, la autoridad no tiene soluciones, sólo sanciones.

Esta historia es real, ojalá fuera ficción. Acredita, una vez más, nuestra desprotección. Estamos solos.

Quien debe cuidarnos está en nuestra contra y violenta la ley.

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