Avanzando al pasado…

 

El sueño imposible de los presidentes, hasta hoy, ha sido el control total del flujo oficial de la información


El sueño imposible de los presidentes, hasta hoy, ha sido el control total del flujo oficial de la información.

Soy testigo de las cruentas luchas entre jefes de Prensa de Presidencia y Gobernación, principalmente, sin olvidar que por motivos mediáticos (era muy simpático, decían) disputó esa supremacía el Departamento del Distrito Federal. Hablamos de Carlos Hank.

Los protagonistas de estos combates, los voceros, se retiraron a la vida civil desvergonzadamente ricos. Los medios fueron usados para justificar derroches millonarios diluidos entre los ellos y los directivos de los principales periódicos.

Desde luego, de la televisión.

En los planes del inminente mandatario mexicano, don Peje, se encuentra centralizar la información. Medida que va de la mano con los jefes políticos al estilo “porfirista”, lo cual colocará un poder sin contraparte en manos del presidente de la República.

Hacia los medios habrá reducción de recursos para su sostenimiento. Se le llama publicidad, pero son respaldos del poder a sus voceros simpatizantes.

Volvemos a la expresión de López Portillo convertida en verdad: no pago para que me peguen.

Cada entidad estatal, tendrá una oficina para elaborar puntualmente su información para la sede central en Presidencia, encargada de su distribución, previo examen de contenido, estilo y la forma en que cada asunto será presentado al público.

Este sistema es utilizado por gobiernos de carácter “no democrático”. No hay información válida si no es avalada por el portavoz del “mero-mero”, en este caso el mandatario federal.

Lo más inconcebible será la captura de las informaciones procedentes de los estados.

El “delegado” o como lo vayan a calificar, tendrá control absoluto de recursos de la Federación, el gobernador y las cámaras legislativas, así como los órganos de justicia.

Tendremos gobernadores de ornato que no podrán disponer de los recursos, pero tampoco de la información que estimen conveniente para sus gobernados. Y no es que sean eficientes en este rubro; positivo, se les impedirá usar los medios para su promoción personal y para hacer futurismo político.

Suena bonito, pero si Vargas Llosa hablaba de una presidencia imperial, ahora la tendremos sin disfraces ni festivales democráticos.

Los periodistas, eufóricos por el triunfo de la democracia, verán afectados sus medios y lo serán ellos también. No se trata de mayor o menor trabajo para obtener información, para eso existen las redes que han sustituido la labor de hormiga de los reporteros.

Se trata de que se impulsará el desempleo para los profesionales de la información. Y eso es gravísimo.