Bolsonaro y sus odas a la autocracia

 

En un hecho inédito en una democracia vigente, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ordenó que en instalaciones militares se hicieran actos conmemorativos solemnes del golpe de estado ocurrido el 31 de marzo de 1964 que se tradujo en la caída del gobierno democráticamente electo del presidente Joao Goulart y en el ascenso al poder […]


En un hecho inédito en una democracia vigente, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ordenó que en instalaciones militares se hicieran actos conmemorativos solemnes del golpe de estado ocurrido el 31 de marzo de 1964 que se tradujo en la caída del gobierno democráticamente electo del presidente Joao Goulart y en el ascenso al poder por la fuerza del general Humberto de Alencar Castelo Branco.  

Esa fecha marcaría pues el inicio de la dictadura militar brasileña que se extendería a lo largo de más de dos décadas y que implicaría la acción de cinco presidentes de facto originados todos del sector castrense.

De esta suerte al frente de los destinos del gigante sudamericano desfilareon el propio general Castelo Branco, y después los generales Artur Da Costa e Silva, Emilio Garrastazu Médici, Ernesto Geisel y finalmente Joao Figueiredo. Sobra decir que durante la dictadura militar no sólo se violentaron principios democráticos fundamentales como la primacía constitucional, la división de poderes, el respeto a las garantías individuales y a libertades básicas como las de expresión, de información y de reunión, sino que en los hechos se dio una persecución inmisericorde contra cualquier tipo de disidencia u oposición que privó de la vida a miles de brasileños inocentes.

El hecho de que un presidente que llegó al Palacio de Planalto gracias a la vigencia plena en Brasil de un régimen democrático no solo acceda sino que aliente a que se den conmemoraciones de un golpe militar obliga a reflexionar en torno a la gravísima debilidad que tiene la cultura democrática no sólo en Brasil sino desafortundamente en buena parte de América Latina. Conmemorar un golpe de Estado es un acto delirante que en sí mismo constituye una amenaza a la vigencia del régimen democrático.