Bomba de tiempo

 

El Ejército y la Marina de México están pagando un precio muy alto


Ahora más allá de la grilla, más allá de las imposturas, de los gritos, de las grandes declaraciones y de las leyes, existe una política real.

El Ejército y la Marina de México están pagando un precio muy alto que al final del día también estamos pagando todos nosotros. Y es que, no hay un órgano en el país que se nutra más de la sangre y la carne del pueblo que sus Fuerzas Armadas. Las mismas que hasta el momento ya llevan 10 años en las calles desempeñando una labor que no les corresponde sólo porque sus comandantes en jefe así lo ordenaron. Mientras tanto, todos los días leemos declaraciones al Sol de lo que haremos con las nuevas legislaciones.

Y en ese sentido, considero muy relevante que el país vaya caminando hacia la comprensión y asimilación de todas las sensibilidades, ya sea de género o de las que permitirán contraer matrimonio entre personas del mismo sexo con la posibilidad de adoptar hijos. Sin embargo, aún existe una gran laguna en nuestro sistema y una gran deuda de este país con sus Fuerzas Armadas. Aunque en ese contexto los que más deben son los políticos, porque cada vez que el narco golpea ellos sólo lanzan a las fuerzas castrenses para que vayan limpiando el territorio, produciendo así el efecto cucaracha.

Primero, porque la declaración de guerra formal la hizo el anterior presidente Felipe Calderón Hinojosa, constituyendo de esa manera el mayor ejército de sicarios que jamás había conocido el mundo, incluyendo Colombia.

Y segundo, porque observando las muertes en Sinaloa de la semana pasada, por una emboscada a un convoy militar en un control de carreteras, es posible comprender que en definitiva todo lo que es garante de paz ciudadana y doméstica en las calles –más allá de la defensa nacional o la integración territorial como lo establece la Constitución– está en manos de las Fuerzas Armadas, aunque los miembros que las integran, a diferencia de usted o de mí, no tienen ningún sistema jurídico que los proteja.

Porque ahora los soldados siguen muriendo, y son además objetos de sospecha y de rechazo. Y pese a que ya han pasado casi dos sexenios, seguimos con una enorme laguna legal en la que ninguna ley ampara ni sus muertes, ni sus vidas.

Todo eso es la política real, esa que no se articula en los palacios de Gobierno, esa que huele a sangre, la sangre de nuestros muertos. Pero sobre todas las cosas, es una deuda pendiente que al parecer los políticos y nosotros los votantes queremos olvidar, porque las consecuencias de esto serán terribles y para eso sólo será cuestión de tiempo