Buscando culpables

 

Nos falta inversión y seriedad en tema de impartición de justicia


No tenemos remedio. Y es que, observando lo que está sucediendo con el Sistema de Justicia Penal Acusatorio es posible identificar dónde radica la tragedia de México, y eso es, en los propios mexicanos.

Porque algunos de los que están entre nosotros atraviesan el río, se saltan la barda y aprenden que es fácil montarse no a lomos de un toro embravecido por tanta injusticia –que sólo a veces lo somos cuando decidimos alzar la voz como sociedad–, sino de un pueblo bueno y paciente que sólo espera que los de arriba no abusen demasiado.

El nuevo Sistema de Justicia Penal es positivo para un país donde funcionen los procuradores, la policía, donde haya investigaciones serias, pruebas y contrapruebas y donde se pueda argumentar por qué razones podemos encarcelar a los delincuentes, ya que no podemos mandarlos a la silla eléctrica puesto que está prohibida la pena de muerte en nuestro país.

Sin embargo, una vez que ese sistema fue lanzado con la intención de agilizar los procesos penales y poner orden en esas repúblicas independientes en las que se han convertido los Ceresos, el primer problema al que se enfrentó fue la poca confianza de la ciudadanía hacia las instancias que se encargan de la procuración de justicia en México.

Pero la culpa de eso no la tiene el de enfrente, sino el conjunto del país, puesto que no tenemos procuradurías solventes y cuando uno va al Ministerio Público a denunciar un delito, si se corre con suerte no terminará extorsionado, ni detenido sólo para pagar y poder salir.

Nos falta inversión y seriedad en el tema de impartición de justicia y de los servidores públicos dedicados a ello, tanto de la Policía, como de la Procuraduría y finalmente de los jueces.

Y en medio de todo eso lo único que queda son los reclusorios donde los malandros imponen su ley, establecen sus academias de delincuencia y además pagan y cobran por las libertades de los pupilos.

El nuevo sistema es bueno en sus aspiraciones, pero malo en su ejecución como sucede con tantas cosas en nuestro país. Sin embargo, lo peor de todo esto es que vivimos en un contexto donde los jueces le avientan la pelotita a los procuradores y los procuradores a los policías, en un juego en el que los únicos desgastados terminan siendo las pobres víctimas.

En ese sentido, sería bueno que alguna de nuestras autoridades, además de tener miedo a que los detengan –aunque como lo demuestra el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, tampoco es tan grave–, también tuvieran miedo a defraudar a sus pueblos, porque hubo un tiempo en el que pertenecieron a ellos.

@antonio_navalon