Caminar sin miedo

. La vida no se detiene
Elizabeth Palacios Publicado el
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Caminar es el acto más rebelde y valiente que pueden experimentar algunas personas. Yo soy una de ellas. Dar pasos firmes en una calle aunque esté pasando por una obra en construcción y escuche las vulgaridades que me gritan por el simple hecho de ser mujer. Avanzar sin temor en parques, banquetas, calles. Seguir adelante, detenerme a tomar una fotografía de una linda fachada, sin temer que llegue un delincuente menor y me arrebate el smartphone y desaparezca entre la multitud antes de que yo pueda siquiera tomar aire para gritar.

Los que vivimos en la Ciudad de México, seguramente no estamos exentos de uno que otro episodio así y, sin embargo, nos seguimos moviendo. La vida no se detiene.

Conozco al menos a una o dos personas que han cancelado los viajes para los que han ahorrado toda su vida tras conocer que por las calles en las que soñaron pasear se ha cometido un atentado terrorista.

No sé si puedo explicarlo del todo, pero la atmósfera en París, por ejemplo, era una en 2014 y otra completamente distinta en 2016. La gente no se detenía, ni dejó de ir a lugares públicos, pero parecía estar en un constante estado de nerviosismo y alerta.

Claro, eso lo sentí porque el destino quiso que el día en que una bomba estalló en el aeropuerto de Bruselas, yo estuviera despertando en París. Como buena viajera pobre, no tenía un plan de datos internacional así que salí caminando como todas las mañanas de mi lugar de hospedaje, en el distrito 19 sin tener acceso a ninguna información en tiempo real. Así que yo no sabía por qué tenía esa sensación de alerta aún cuando no había intercambiado palabra con nadie. Así, con mis audífonos puestos, escuchando música, llegué al Metro donde sí me quité los auriculares para poner atención a los llamados de los altavoces.

Eran las instrucciones que suelen darse sólo en estaciones de trenes foráneos para saber qué hacer si veíamos un bulto extraño, una mochila olvidada o alguien con actitud sospechosa. Nunca había escuchado eso en el Metro y entendía entonces por qué el aire se sentía tan tenso que casi se podía cortar con un cuchillo. Horas más tarde lo supe, Bruselas había sido el blanco y París, como era de esperarse tras lo ocurrido en noviembre de 2015, estaba en alerta. Nadie se fue antes de la oficina, nadie se retiró de los cafés, nadie dejó de usar el Metro, pero todos, propios y extraños, nos sentíamos atemorizados. Pero seguimos andando, ese día y muchos más.

En París, en Barcelona, en Nueva York, en Londres o en cualquier lugar del mundo, no podemos dejar que los terroristas nos ganen mediante la victoria del miedo. La calle es y será, irónicamente, nuestro mejor refugio para impedirlo y hacerle cara. Sigamos dando pasos firmes.

*Periodista, cronista, hedonista y feminista.

Madre, viajera, libre y terrícola.

@elipalacios

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