Corrupción, detrás de la política

 

La corrupción está ligada a una crisis en los controles de fiscalización, así como a la debilidad en la cultura de la legalidad


Pasadas las campañas electorales, lo que queda en el colectivo es que la corrupción aún se mantiene como apéndice de los políticos. No sólo los escándalos en los que se vieron envueltos quedan en el anecdotario, sino que también las recientes acusaciones de compra de votos y otras anomalías se resumen en corrupción.

Y es que es el poder político y público se encuentran inmersos en esta añosa práctica. Y es la corrupción está ligada a una crisis en los controles de fiscalización, así como a la debilidad en la cultura de la legalidad.

No hay un marco histórico en México que contextualice mejor en qué momento se considera la existencia de la corrupción en el sistema político mexicano. Pero en las elecciones es un momento clave que exhibe las fisuras de un sistema político que recurrre a esas prácticas criticadas socialmente.

Además la corrupción está ligada a una crisis en los controles de fiscalización, así como a la debilidad en la cultura de la legalidad.

Según Transparencia Internacional: “La corrupción ha dejado de ser vista sólo como un asunto de moral y ética, estático e inmutable para cierto tipo de individuos o sociedades. Cada vez más, la corrupción se percibe como una conducta humana que obstaculiza el desarrollo y, por lo tanto, requiere ser medida”.

La definición elemental señala que la corrupción política es el abuso del poder que se les ha confiado, por parte de líderes políticos para obtener ganancias, con el objetivo de aumentar su poder o su riqueza. La corrupción política no precisa que el dinero cambie de mano; puede tomar la forma de “tráfico de influencias” o de la concreción de favores que envenenan la política y amenazan a la democracia.

Lo que queda es que el impacto en la reputación de los políticos es temporal. Los niveles de percepción de corrupción en las instituciones consideradas como los pilares de una democracia representativa –partidos políticos y Poder Legislativo– son extraordinariamente elevados y esto torna más complicada la gobernabilidad, pues resta legitimidad a las decisiones de gobierno.