Yo tan criptomonedas y tú tan timbres de ahorro escolar

 

En nuestro país, solo el 36.6 % de la población lleva un registro de sus gastos


En nuestro país, solo el 36.6 % de la población lleva un registro de sus gastos, pero 63.8 % de ellos solamente lo hace de manera mental, por lo que sus cuentas no son muy confiables.

Ese dato revelado en la Encuesta nacional de inclusión financiera de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros(Condusef) indica también que los mexicanos no son muy buenos para saber qué hacen con su dinero.

Otro ejemplo: únicamente 29 % de los adultos en México cuentan con al menos un mecanismo de crédito formal, y el producto más utilizado en este rubro es la tarjeta departamental, la cual, a su vez, es una de las opciones financieras más caras del mercado debido a que cobra varias de las tasas de interés más altas que existen.

Es decir, aunque el eslogan de “pagos chiquitos para pagar poquito” es recordado por gran parte de la población, resulta que es una gran mentira que muchos han creído durante varios años.

Además, en México solamente 68 % de las personas usa algún producto financiero, por eso en este país se inventaron sistemas como el prepago en la telefonía celular o el envío de dinero en las tiendas tipo OXXO. Bueno, ya hasta el Uber Eats se puede pagar en efectivo, lo cual se contrapone al origen mismo de ese servicio.

Esto se debe a dos cosas: la desconfianza en las instituciones que manejan el dinero (bancarias y de gobierno) y la falta de educación al respecto.

GENERACIÓN TRAS GENERACIÓN

Vamos por partes. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la educación financiera “es el proceso mediante el cual los individuos adquieren una mejor comprensión de los conceptos y productos financieros y desarrollan las habilidades necesarias para tomar decisiones informadas, evaluar riesgos y oportunidades financieras, y mejorar su bienestar”.

Sin embargo, en México nadie se ha dedicado a enseñar estos temas durante años. Y aunque ya hay una gran cantidad de información al respecto en, por ejemplo, Internet, todavía falta mucho por avanzar.

Un estudio de la consultora Price Waterhouse Coopers reveló que 54 % de los millennials expresaron preocupación cuando les preguntaron sobre su habilidad para manejar su deuda; 53 % de ellos dijo tener tarjetas de crédito sobregiradas, y 50 % no podría atender ningún imprevisto porque carece de ahorros o de algún seguro.

Pero en México hubo un tiempo en el que en las escuelas, como parte de las actividades académicas, se enseñaba a los niños a ahorrar, a prever el futuro y a administrar sus gastos.

LOS TIMBRES DEL AHORRO

Entre los años 40 y 70, existió un instrumento conocido como Timbres del ahorro escolar, el cual consistía en unas libretas donde los alumnos de educación básica pegaban estampillas (como las del correo) con diferentes denominaciones.

Esos timbres se compraban de manera obligatoria en las cooperativas de las escuelas, en montos que iban de los 5 centavos a un peso, y cuando se completaban las planillas se podían llevar a un banco con el fin de depositarlas en una cuenta.

El objetivo de ese programa era –además de generar conciencia en los niños para ahorrar y conocer el valor del dinero– enseñar a la población a utilizar los instrumentos financieros que, después de la Revolución Mexicana, estaban ya a disposición de prácticamente toda la población.

Durante el siglo XIX, sólo unos cuantos tenían la posibilidad de ahorrar, y muy pocos de ellos podían acceder a algún banco; y antes de la Independencia, la situación era peor. Así que en el siglo XX, el ahorro, los créditos y las inversiones eran temas nuevos en México.

En ese panorama, a mediados del siglo XX, los niños que podían ir a la escuela se convertían en los principales promotores del ahorro en una sociedad con altos índices de analfabetismo y pobreza. Era, en un principio, una iniciativa bien intencionada en la que participaban también los profesores, directores y padres de familia. Bueno, fue tan exitosa, que se adaptó un modelo similar con el propósito de hacer donaciones a la Cruz Roja.

Pero, como todo, con el tiempo se desvirtuó. Los alumnos de bajos recursos estaban exentos de comprar estos timbres, por lo que quienes no los juntaban eran tachados de “pobres” en muchas escuelas, además de que para otros estudiantes se convirtió en una forma de quedar bien con los maestros.

Hacia los años 70, el programa prácticamente había desparecido, aunque muchos mexicanos, gracias a él, contaban con al menos una cuenta de ahorros.

LA DEBACLE DE TODO

Llegaron los años 80, cuando las crisis financieras y el panorama mundial dejaron a México en bancarrota, por lo que el gobierno de José López Portillo, antes de irse, aprovechó para nacionalizar los bancos y emprender otras dolorosas acciones, como la devaluación.

Este tipo de acontecimientos provocaron que muchos de esos ahorros se pulverizaran, ya que el dinero dejó de tener el mismo valor, además de que muchas personas perdieron la poca confianza que tenían en los bancos por miedo a que el gobierno se  quedara con su efectivo.

Así, se vivieron años con devaluaciones de más del 100 %, en los que no se daban créditos y los bancos eran instituciones burocráticas que no eran del agrado de muchos. Además, el dinero dejaba de alcanzar para lo mismo y se empezó a hablar en millones para, por ejemplo, comprar autos compactos o al acordar salarios.

Sin embargo, en los 90, Carlos Salinas de Gortari volvió a privatizar los bancos y se vivió una especie de resurgimiento, aunque eso degeneró pronto en casos de corrupción y otros malos manejos que llegaron al peor término con la crisis de 1995 (conocida como “El error de diciembre”) en donde las tasas de interés se volvieron impagables para quienes tenían una tarjeta o algún crédito para casa o coche.

Fue así como en unos 60 años de historia, nunca hubo confianza en la economía del país o en las instituciones bancarias, principalmente porque no había certeza de lo que pasaría con ellos y con el dinero de las personas.

NUEVO SIGLO

Durante el siglo XXI, la situación económica en México ha sido más estable, no obstante, las nuevas generaciones aprendieron esta información negativa en casa, considerando que 90.4 % de los mexicanos dicen haber recibido educación para el ahorro de parte de sus padres.

Esto nos lleva a que hoy, en plena época de las criptomonedas y los pagos en línea, los mexicanos todavía prefieren traer efectivo en la cartera, pagar en abonos, participar en tandas y meter sus ahorros bajo el colchón (o depositar las monedas de 10 pesos en una botella de Coca-Cola).

“Nos falta muchísimo en términos de educación financiera, estamos en una situación paupérrima, pero yo siempre he abogado por que se den clases de finanzas personales a nivel secundaria o preparatoria, como una materia obligatoria”, propone Gerardo Obregón, fundador y director general de Prestadero, la primera comunidad de préstamos entre personas en Internet en México.

El emprendedor dice que los jóvenes llegan a la vida laboral sin saber prácticamente nada de ahorro, inversión o endeudamiento, y sólo se quedan con la información que recibieron de sus familiares y amigos, o de los golpes que les ha dado la vida.

“Una de las barreras para empezar a ahorrar, además del ingreso disponible, es el temor a las instituciones, inclusive las reguladas, y piensan que su dinero no estará seguro ahí”, recalca.

Gerardo sugiere apartar una cantidad de dinero con el fin de diversificarlo en varios productos financieros, muchos de los cuales, gracias a la tecnología, hoy están a disposición de una gran cantidad de personas.

Karina Caudillo, directora general en México de Ripio, una de las principales compañías blockchain de América Latina, opina que en este país también se necesita crear contenido sobre educación financiera que sea digerible para más personas.

“Con todos los canales que están disponibles hoy, podríamos generar contenidos más accesibles para que la gente pueda aprender sobre cómo gestionar mejor su dinero”, subraya.

En el caso de las criptomonedas, destaca la directiva, cuando se busca en Internet, la mayor parte de la información que se encuentra es muy técnica, a la que no se le puede dar un uso práctico o que únicamente es negativa. “Es contenido con el que no te puedes conectar, que no está aterrizado para que sea menos difícil y más divertido aprender”, describe.

En contraste, Juan Manuel Ruiz Palmieri, director ejecutivo de Círculo de Crédito, confía en que hoy existe cierto avance en la difusión de temas básicos de educación financiera de parte de instituciones como la Condusef e, inclusive, algunos bancos.

“Cada vez hay más gente que ya trae en la mente indicadores como qué tasa o comisiones cobras, además de términos como crédito, pagos fijos, revolvente o cómo evitar el sobregiro. Hay mucho que hacer todavía, pero el camino está hecho”, describe.

Así que, aunque no existe en México un mecanismo oficial para la educación financiera, lo mejor es hacer conciencia sobre la necesidad que existe de conocer más a fondo esos temas e informarse al respecto con el propósito de tomar mejores decisiones, ya que en tiempos de las criptomonedas, pagar todo en efectivo resulta como esperar a ver una serie en la tele en vez de verla toda en Netflix… o algo así, pues.