Cataluña mon amour

 

El gobierno español sigue un guion pasivo del cumplimiento de las leyes


No sé en qué momento los representantes del gobierno de Cataluña, teniendo de frente a un ser tan pasivo como Rajoy y a una clase política tan dividida y tan emparentada generacionalmente, ya que en lugar de construir conforme a los nuevos tiempos que vivimos, prefiere hacer política sobre la base del régimen del 78 –un éxito democrático en la historia española que trajo consigo la Transición, el diálogo y la supremacía de las instituciones–, pensaron que al final el juego se convertiría en realidad, que el sueño sería posible y que no pasaría nada.

Y es que, pasó de todo. Primero, los removieron del poder. Segundo, se presume que partieron al “exilio” en Bélgica. Tercero, se han convocado unas elecciones para el próximo 21 de diciembre. Y cuarto, es muy probable que lo peor del espíritu nacional salga a la luz, porque, no nos engañemos, hasta aquí las soluciones han sido violentas institucionalmente por parte del gobierno de la Generalitat.

Por su parte, el gobierno español, que tampoco ha sido lo suficientemente hábil para articular una salida política ante esta catástrofe, está actuando con el respaldo del mundo, siguiendo un guion pasivo del cumplimiento de las leyes.

¿Qué sucederá a partir de aquí? Pues muy sencillo, si los independentistas son lo que parecen, representarán las elecciones del 21 de diciembre y si las ganan ése habrá sido el referéndum y entonces sí estaremos ante un sistema democrático.

En ese sentido, si ellos conforman la fuerza mayoritaria que pasará por las urnas, habrán ganado al menos 50 por ciento de su referéndum y resultará mucho más difícil acabarlos con la ejecución del artículo 155. Un artículo constitucional que le permite al Gobierno de España tomar las medidas necesarias cuando un gobernante de alguna comunidad autónoma se pase de madre y haga de su acción de gobierno un desafío para la Constitución en vigor.

Mientras tanto, vamos presenciando esta guerra de banderas, esperando que no vaya a salir a pasear el espíritu fratricida de las dos Españas.

Porque de momento estamos en el comienzo de lo que significa, por un lado, un enfrentamiento que no se había visto desde los años treinta; es decir, desde hace casi un siglo.

Y por otro, una situación en la que es imposible olvidar –aunque manteniendo la seguridad de que esta vez no sucederá lo mismo– que en otra ocasión de la historia se desarrollaron enfrentamientos muy similares, pero con condiciones completamente diferentes, que terminaron por desembocar en una guerra civil.

@antonio_navalon