Chavos de la tercera edad

 

A los huesos les hace bien el calorcito de la mañana, decía don Charlie


–A los huesos les hace bien el calorcito de la mañana –decía don Charlie–. Déjate consentir, porque como te veo me vi y como me ves te verás.

–Toco madera, don. Usté que se acabó varios tráilers de cerveza. Ai tiene: la gota, los triglicéridos, el ácido úrico… prefiero más echarme caldo de oso que una caguama.

–Chínguere es chínguere, mi chavo. No me arrepiento, pero sé de dónde vienen todos mis males. Le di gusto al gusto, descuidé a la familia y de milagro se apiadan de mí, me trepan a la silla de ruedas y me ponen en esta esquina. Así no me aburro, pasan gente como tú y me hacen la plática. Eso hace más ligeros los días.

–Como debe ser, don Charly, ¿para qué darse a la tristeza, si todavía puede parlar con los cuates? Nos vemos: corro a la chamba, que el tiempo no perdona. Sea feliz, ruco…

–Gracias, Bebé, aunque ya no te cueces al primer hervor. Chida la divina juventud. Dios te cuide…

–Ai lo dejo con doña Goya. Se lo encargo, señito: no se vaya a deshidratar si se les olvida el don…

–Gracias, muchacho, ve con Dios. Yo le traje una sombrilla contra el sol, don Charly, ¿cómo ha estado? La semana pasada no lo vi salir. Pus qué habrá sido de este hombre?, me decía y en de vez en vez me asomaba por la ventana de la sala, la que da a la calle, y no apareció hasta hoy, ¿cómo va ese pie diabético? No lo descuide o hasta la pata le mochan, ¿luego con quien voy a bailar el vals de mis 80, oiga?

–No faltará, Goyita. No faltará. Por aquí pasó hace rato don Gato, que todavía la reuma no lo tumba. O el Güero, que aunque de un día para otro se ha chupado y anda con el pellejo pegado a los huesos, ahí está pa´ lo que se ofrezca. ¿Qué le pasaría, oiga, que de buenas a primeras se desmejoró?

–¿Me creerá si le digo que se le murió la esposa? Ya descansas en la Santa Gloria, el dolor de huesos no la dejó. Artitis “reuquién”– sabe– qué, le dijeron en el Seguro y nomás la sostuvieron un rato más con pastillas para el dolor. Ella fue la asegurada, para bien del Güero, que cuenta con servicio; que si no, pobre de él, los hijos le salieron desobligados, borrachotes; qué se van a andar preocupando por él… Tenga, le traje estas naranjitas, ya peladas. Le amarro la sombrilla a la silla, a ver si no viene un “aironazo” y se lo lleva.

–No estoy tan ligero, todavía padecen mis muchachas para sacar este armastote por el zaguán y conmigo sentadote. Y del diario. Menos la semana pasada, que tuve que ir varias veces al Centro de Salud para que me vieran el pie: ya se estaba amoratando, como gangrenado; pero me hicieron un lavado quirúrgico y quedó más o menos. A esta edad está en chino que lo dejen a uno como nuevo, pero al menos conseguí unas horas extra, quien quita y llegue a las posadas, como llegué al Grito.

–Pues no deje de tomarse las medicinas, dicen sus muchachas que luego se pone berrinchudo, aprieta la boca y no quiere ni que la temperatura le tomen, ¿qué ya no quiere vernos? No sea malagradecido. ¿Cuántos jóvenes enfermos no quisieran tener quién los atienda como a usted sus hijas? Por si no lo sabe, se preocupan mucho.

Estiran el gasto para comprarle su pollito, su pescado, su retazo con hueso para que no se mal nutra. Hay que corresponder, si no, ¿con quien voy a bailar el vals de mis 80, oiga? Voy al mercado, no me tardo, ¿se le ofrece algo?

–Una pachita de ron. O de brandy. Mire cuánto hay en mi vasito, pueque alcance hasta para una coca de lata…

–Lata es la que dará si se empeora ese pie. Ahí viene la Lula con su botella de agua. Pórtese bien y no guasée con el vicio, que si ya la libró, ¿qué le cuesta portarse bien? Le traeré un libro para que entretenga y ponga la mente en otro lado, no en la cochina bebedera…

–Gracias, Goyita. Que se me conserve mucho tiempo; gente como usted ya no abunda. Menos que quieran atender a los viejos.

–Buenos días, Lula. Le dejé unas naranjitas. Al rato le doy otra vuelta, cuando acabe en la cocina.

–Muchas gracias, Goyita; mucho cuidado al cruzar la avenida, que manejan como si fueran por herencia esos condenados microbuseros. ¿Qué tanto le decías, papá? Que se me hace que andas de rabo verde con la vecinita.

No te vayas a pasar de vivo o te pierde la amistad.

Traje tu botella de agua, de limón con poquita azúcar. Viene de rapidito porque tengo que ir por los chamacos, ya mero salen de la escuela y la “direc” no los deja salir si no va un adulto por ellos. Que por los secuestros, los robachicos, los vendedores de droga… Ven, te arrimo a la barda porque el sol está cambiando de dirección, ¿no has hecho la pipí? Si no, para que te cambiemos el pañal…

–Vete sin pendiente, m´hija. Si me pasa el accidente, no falta quien se acomida y me dé raite hasta el zaguán… Vete sin pendiente. Mientras vuelves, me como las naranjas. Esa Goyita me trajo media docena, con salecita y limón. Orita me tomo mis pastillas y antes que arrecie el calor me echo una siestecita. Nomás acomódame el cojín, que se me resbala, y enchueca tantito la sombrilla de este lado para que me ataje la resolana. Vete sin pendiente. Mala yerba nunca muere, dice el dicho que muchos dicen. Nomás no tardes, por si me anda de las aguas…