Proceso: de cómo los medios no critican sino apoyan el mal

 

La política radica en entender el bien y el mal en función de la realidad y no de intereses justificatorios


Un una entrevista que le hizo a William Colby cuando era todopoderoso jefe de la CIA, la periodista Oriana Fallaci abrió fuego en la primera pregunta: –Los nombres, señor Colby, los nombres de esos bastardos que han  aceptado en Italia dinero de la CIA. El master de los espías tragó saliva y le dijo que el Congreso de EU se lo prohibía.

Pero era la Fallaci que hizo de la entrevista un arte de la confrontación, la indagación y la denuncia, no para la promoción del entrevistado o la autopromoción. Así, Fallaci hizo decir a Kissinger que era el llanero solitario de la diplomacia y el presidente Nixon por poco lo despidió; y descubrió y reveló el homosexualismo de Yasser Arafat, jefe de la Organización para la Liberación de Palestina, entonces eje terrorista, por la forma en que miraba a sus escoltas.

Con esta lectura, la entrevista que le hizo la periodista Anabel Hernández al capo Rafael Caro Quintero en Proceso resultó –como la de Julio Scherer García al capo Ismael El Mayo Zambada en abril del 2010– un acto de relaciones públicas de delincuentes para lavarle la cara a uno de los altos jefes no sólo del narco sino del crimen organizado. Por la contundencia de su negativa, esa entrevista fijó la afirmación de Caro de que no había  asesinado al agente de la DEA Enrique Camarena Salazar en 1985, cuando todos los datos probaron que fue uno de los asesinos.

En este sentido, el periodismo ha sido utilizado como un instrumento de propaganda de entrevistados por la ingenuidad o a veces la complicidad de los entrevistadores. En el periodismo, la entrevista es quizás el género más complicado porque depende de un tête à tête, pero al mismo tiempo el más engañoso porque se conforma con el nombre del entrevistado sin indagar personalidades conflictivas. Hernández y Scherer se postraron ante dos criminales del narcotráfico sin acorralarlos con datos de sus crímenes, entre ellos de periodistas.

El problema es, sobre todo, de los medios que realizan las entrevistas porque se quedan en la superficie de los conflictos que perfilan al entrevistado, a veces es por timidez del entrevistador, en ocasiones por la falta de una verdadera preparación de la entrevista con datos duros. Uno de los entrevistados que suele apabullar a los entrevistadores es Fidel Castro, a quien no le preguntan de los crímenes del comunismo cubano, de la represión a disidentes y del enriquecimiento de los jefes políticos de la isla, sino que lo presentan como un héroe histórico de una revolución pervertida en sus raíces desde sus comienzos.

La entrevista de Hernández a Caro fue propaganda para el entrevistado. Caro había construido un imperio criminal en el norte de la república. En su sitio www.

etcetera.com.mx el especialista Marco Levario recuperó textos de Proceso de 1985 en que pintaba a Caro como un criminal nato. El asesinato de Camarena tiene hilos aún no aclarados con la CIA como pivote del narco en Sinaloa y con el asesinato del columnista Manuel Buendía en mayo de 1984.

El periodismo de denuncia debe cumplir con el rigor de revelar el lado oculto de los entrevistados. Después de El Mayo y Caro, el afán crítico antigobierno de Proceso ha llevado a la revista a lavar el lado público de la cara sucia de criminales.


Política para dummies: La política radica en entender el bien y el mal en función de la realidad y no de intereses justificatorios.

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