Lágrimas, risas, educación y olimpiadas

 

El regreso a clases dignifica la importancia que damos al devenir


¿Qué tienen que ver lágrimas, risas, regreso a clases, olimpiadas y dualidad? Todo. Desde afuera queremos estar dentro. Lo negro lo queremos blanco; al feo, guapo, y a la flaca, más llenita. Nos la pasamos escuchando al ángel y al demonio queriendo halagar a ambos y pagamos precio. Pensamos en el futuro, pero “comenzamos a trabajar por él mañana; al fin le falta” ¡Mentira! Me dice una especialista.

El regreso a clases dignifica la importancia que damos al devenir. Con orgullo las familias pierden un ojo con tal de garantizar a sus hijos escuela y los réditos del mañana. Lo reconozco y lo agradezco. Mis padres –le dije– fueron como ellos. Pero entonces como ahora, las autoridades educativas se guardan la asesoría para otro día. Nadie forma ni informa de los portentos del menor a temprana edad. Sólo los que pueden pagar reciben esa oportunidad. Las lágrimas están garantizadas para miles que, en 16 años, buscarán trabajo por estudio no por formar talento.

Las autoridades también se guardan los errores en la planeación y el proceso, resultado: ofertas educativa y laboral saturadas y sometidas por el empresario tirano que se niega a diversificarlas. Sumemos espectáculos político-económicos como los de la CNTE hoy, y antes también del SNTE, y tendremos nuestra historia reciente puesta en versión chafa de drama griego. Otro ejemplo: la indignación causada por la “poca gloria” traída de Río por los atletas mexicanos. ¿Acaso los guerreros aztecas no volvieron con la media de metales de nuestras veintitantas participaciones olímpicas? Pero el león no es komo lo pintan ¿Será tanto el anhelo que nuestros ojos ya no ven diferencia entre triunfo en la cancha, la profesión o el aula? ¿Será la dualidad? Será… mañana