El juicio de la historia

 

Ceder hoy al chantaje de los profesores cancelaría la posibilidad de que una revisión futura del sexenio, revalúe los logros que hoy parecen inexistentes


A estas alturas del sexenio y justo porque parece que ya no tiene nada que perder, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto no puede darse el lujo de ceder ni un ápice, ante las presiones de los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.

Un gobierno en funciones siempre tiene algo que perder y a pesar de que hoy la sentencia popular condene a la administración peñanietista como una de las peores que se recuerden, siempre estará el juicio de la historia para acomodar las cosas de forma más acorde a la realidad. Ceder hoy al chantaje de los profesores que quieren recuperar el privilegio de heredar plazas y comisiones a sus sucesores, cancelaría la posibilidad de que una revisión futura del sexenio, revalúe los logros (Reformas estructurales, Andrés Granier, Elba Esther Gordillo, Joaquín Guzmán Loera) que hoy parecen inexistentes.

Abrir una puerta a la negociación con los profesores rebeldes sólo sirvió para que la CNTE se envalentonara y pensara que había encontrado el camino para revertir la Reforma Educativa y que, consecuentemente, el fantasma del desabasto anticipado por las compras de pánico, se apoderara de Oaxaca y Chiapas.

La evaluación negativa que pesa sobre el gobierno del presidente Peña Nieto tiene que ver con muchos factores. Uno de los principales, aunque no el único, es el desastre estratégico, operativo, de diseño y hasta de talento, de sus equipos de comunicación. A esa falta de talento, inteligencia y compromiso en algunos casos, habría que sumarle la soberbia de más de un secretario que no se siente obligado a hacerse entender ni por la opinión pública, ni por la opinión del público; y si a eso se le agrega una generación de gobernadores priistas con fama de ladrones y cínicos, ante una sociedad orgullosa del fin de los tiempos de la Presidencia Imperial, pero que secretamente esperaba que el regreso del PRI implicara el regreso de la mano dura que todo solucionaba autoritariamente desde la Ciudad de México, además de la falta de un discurso oficial que expusiera los límites de la autoridad presidencial desde el inicio del sexenio, se entiende porque Enrique Peña Nieto es el nuevo villano favorito en México.

En ese escenario, que parece el peor de todos, el hecho de que las evaluaciones tengan más que ver con la percepción que con fracasos concretos, el presidente y sus estrategas harían bien en cuidar lo que por soberbio que suene es una realidad: el legado de la administración de Peña Nieto. Si las reformas estructurales no eran un buen elemento para alimentar el discurso de la coyuntura durante el sexenio, sí serán lo único que pueda sacar la cara por el sexenio cuando el juicio de la historia se empiece a formar.

La revisión futura del sexenio no se detendrá en la coyuntura, sino en el cambio de rumbo y en los logros de largo plazo que se hayan conseguido. En ese paquete, limpiar la burocracia educativa en dos sentidos, encarcelando a la maestra Gordillo y eliminando las prebendas de sus disidentes de la CNTE, son logros históricos que el presidente no puede ni arriesgar ni poner en duda, negociando con quienes no quieren dar clases, pero exigen cobrar un salario sin trabajar.