Como en Disney

 

Se acabaron las precampañas, todas ellas han sido reiterativas


¡Uf, qué alivio! Se acabaron las precampañas.

Y la verdad, si las campañas que están por venir van a ser igual, será mejor que las eviten.

Qué aburrimiento, sólo vimos y escuchamos la repetición una y otra vez de los mismos conceptos.

“Yo soy honesto y el día que llegue al poder la corrupción se acabará y las aguas de los malos se abrirán –como le pasó a Moisés con el mar Rojo–, y todo será en México tierra de provisión porque somos el pueblo elegido”.

Mientras otro nos dice: “Voten por mí, soy joven, sé tocar el ukelele y sé tocar “La Bamba” con la guitarra”.

Y, finalmente, el otro precandidato declara: “no, no se confundan, una cosa es una noche de copas, una noche loca, y otra muy diferente es un matrimonio.

Elíjanme, yo soy una persona limpia, sólida y preparada. Soy un gran ser humano en el que ustedes pueden confiar y además he administrado en los dos últimos sexenios con dos partidos distintos el desastre actual”.

Ellos actúan y ofrecen el mundo de Disney, en el sentido de la falta de realismo. Pero no hay que olvidar que la magia de Disney consiste en hacer los sueños realidad.

Se acabaron las precampañas, todas ellas han sido reiterativas, tediosas y además han dejado de manifiesto muchos intereses aparte de la intención de llegar a sentarse en la silla del águila.

Nadie nos explicó para qué quieren el poder. Nadie nos explicó en qué nos va a beneficiar el hecho de votar por alguno de ellos. Nadie nos explicó qué nos ofrecen a cambio si es que los elegimos.

Ahora teóricamente vienen 45 días de silencio. ¿Pero usted cree que realmente se van a callar? Eso es imposible.

De alguna manera aparecerán y nosotros mientras tanto ¿qué haremos? Qué le parece si impulsamos un ejercicio colectivo para demostrarles que no somos una masa inerte, que no somos gente por debajo de unos límites de actuación normales, que además de tener capacidades extraordinarias frente a estos tiempos tan difíciles que vivimos, todas nuestras capacidades internas están completas, y así empezamos a exigirles que nos expliquen cómo van a lograr todo lo que prometen.

Aprendamos como pueblo a escuchar, no sólo a oír. Aprendamos como pueblo a exigir, no sólo a soportar.

Aprendamos como pueblo que nosotros no estamos en manos de los candidatos, más bien ellos están en las nuestras. Y a partir de ahí, las campañas habrán valido la pena.