Con esos amigos, para qué quiero enemigos

 

Nielsen dijo, y cito textualmente, que “Nadie debería de subestimar la fuerza y el compromiso de Estados Unidos en la alianza que existe con México. Somos vecinos, somos aliados, somos amigos”


El anunció hecho esta semana por la administración de Donald Trump de que para reforzar la seguridad en la frontera sur se emplearían efectivos militares, contrasta con la postura adoptada por Kirstjen Nielsen, la secretaria de Seguridad Interior del Gobierno estadounidense, quien hace apenas una semana y en una visita oficial a nuestro país calificó como de extremadamente importante la valoración que Washington tiene de su relación con México. 

En aquella ocasión Nielsen dijo, y cito textualmente, que “Nadie debería de subestimar la fuerza y el compromiso de Estados Unidos en la alianza que existe con México. Somos vecinos, somos aliados, somos amigos”. Con estos hechos sobre la mesa, habría que preguntarse en qué dimensión de la realidad, un despliegue militar a lo largo de la frontera entre dos naciones se puede leer como un acto de amistad, porque para acabarla de amolar, resulta que fue la propia Nielsen la que anunció que Donald Trump firmaría la noche del miércoles la orden ejecutiva para que la Guardia Nacional se desplegara en la frontera. 

Más allá de la constatación de las tendencias esquizofrénicas de la secretaria Nielsen, característica esta última que parece ser un requisito sine qua non para ser integrante del gabinete de Trump, habría que concluir que ¡Qué bueno que somos amigos de Estados Unidos! ¡No me quiero imaginar qué ocurriría si fuéramos sus enemigos! 

La postura bravucona del presidente estadounidense está dirigida al sector radical que constituye el núcleo del electorado que lo llevó a la Casa Blanca y está motivada por los planes reeleccionistas de Trump. Sin embargo, el poder encontrar la lógica política del actuar del polémico empresario no le hace más fácil al Gobierno mexicano seguir mirando hacia otro lado cada que a Trump se le ocurre agarrar a México como su piñata personal, y en este sentido, cada vez son más las voces que claman que todo tiene un límite.