Con los niños no, Andrés Manuel

 

Muchos han levantado las voces sin ser escuchados. Y a quien se han dirigido pareciera importarle muy poco lo que digan o lo que pidan, porque no lo harán cambiar de opinión ya que su empecinamiento es mayor a cualquier indicio de clamor público para que detenga esa decisión de quitar el presupuesto público a […]


Muchos han levantado las voces sin ser escuchados. Y a quien se han dirigido pareciera importarle muy poco lo que digan o lo que pidan, porque no lo harán cambiar de opinión ya que su empecinamiento es mayor a cualquier indicio de clamor público para que detenga esa decisión de quitar el presupuesto público a las guarderías y estancias infantiles que existen a lo largo y ancho del país. Hasta ahora el Presidente de la República ha prestado oídos sordos ante la Petición que ha surgido en todas partes.

Sabido es la necedad de quien por ahora detenta el cargo de presidente de la República, ese mismo que le permitió permanecer durante mucho tiempo hasta alcanzar su más preciado anhelo, el Poder. En lo personal creo que ese empecinamiento surge de su cuadrada percepción de que las cosas se tienen que hacer quitándole el dinero a lo que no rinde propaganda política, y en ello se lleva a millones de niños cuyos padres tienen la necesidad de trabajar para solventar los gastos del hogar.

Realizar este tipo de acciones sin aventurarse a profundizar en el análisis de la causa, el origen y el efecto de las cosas, propicia equivocaciones graves que repercutirán en uno de los sectores más desprotegidos de la sociedad, además de vedarles la posibilidad de tener un futuro más halagüeño a través del estudio y de la formación educativa desde temprana edad. Negarse a reconocer esa necesidad habla de que el Presidente de la República tiene más inclinación hacia lo incierto que ganas de diseñar un futuro certero para la niñez.

Si de algo tenemos que preocuparnos es de nuestros hijos, que serán los responsables de las realidades del mañana, y quienes somos padres y tenemos conciencia de la necesidad de superar nuestras deficiencias, queremos que existan las condiciones adecuadas para que se desarrollen profesionalmente. No es disminuyendo presupuestos como se pueden resolver todos los problemas del país, y mucho menos afectando al sector más vulnerable.

Concentrar el dinero público en comprar voluntades para las necesidades políticas del futuro, me perece deleznable, pero sobre todo de una mendicidad nunca antes vista por la estúpida visión de que los jóvenes que votarán dentro de cinco o seis años merecen mayores atenciones y por consiguiente presupuesto. Comprar voluntades de esa forma es un ejercicio desleal para quienes creyeron en el proyecto, porque a quienes mayormente afectará es a esos sectores que votaron por ese cambio que ahora les da la espalda.

Incluso la Comisión Nacional de del Derechos Humanos ha señalado que la medida podría restringir el derecho de los niños a la educación y estimulación temprana, así como a vivir en condiciones de bienestar. Además de que el impacto de la decisión implicaría gastos extras para madres y padres afectados, y que tendrán que buscar otras opciones para cuidar a sus hijos durante su jornada laboral.

Quitar dinero a niños, para armar un ejército de milicianos, es lo peor que pudiera hacer un presidente de la República.

Al tiempo. Vladimir.galeana@capitalmedia.mx