Corona de espinas

 

En nuestros días hay unas cien espinas esparcidas entre la cristiandad


La Corona de espinas de Nuestro Señor consiste en varias ramas de zarza espinosa entrelazadas. Se conserva en un relicario de cristal, de 21 centímetros de diámetro, elaborado en 1896, rodeado por ramas y hojas de oro, como las ramas del arbusto Zizyphus Spina Christi.

Inicialmente estuvo en la basílica de los Apóstoles, en Jerusalén, hasta 1053, cuando se trasladó a la capilla de las reliquias de Nuestra Señora del Faro, de Constantinopla, por órdenes del emperador de Bizancio.

En 1238, fue empeñada por Balduino II, emperador latino de Bizancio, para pagar un préstamo contraído con banqueros de Venecia. De común acuerdo con el emperador bizantino, el rey de Francia, san Luis IX, rescató la Corona mediante un pago de 135 mil libras de oro, la mitad del presupuesto anual del reino.

La Corona llegó a Francia resguardada por los caballeros de la Orden del Temple en 1230, fue recibida por san Luis rey en la ciudad de Sens, y colocada en la catedral de san Esteban, mientras en París se edificaba la Saint Chapelle.

El 19 de agosto de 1239, la Corona llegó a París en solemne procesión presidida por el rey ataviado con una túnica y descalzo, para depositarla en la Saint Chapelle.

En 1791, para protegerla de las hordas revolucionarias, la Corona se resguardó en la abadía de SaintDenis, en la Casa de la Moneda y en la Biblioteca Nacional hasta que en 1804 se depositó en la Catedral de NotreDame, donde hasta hoy se encuentra.

Todos los viernes de Cuaresma y el Viernes Santo, la Corona se presenta para su veneración.

Por lo que se refiere a las espinas, proceden del arbusto Zizyphus, de seis metros de altura y de tronco tortuoso del que brotan flores azufaifa y espinas de seis centímetros.

Los emperadores de Bizancio, fueron despojando a la Corona de varias espinas que obsequiaron a papas y monarcas, como sucedió con las ocho espinas que regaló la emperatriz bizantina Irene a Carlomagno. Luego, al llegar a Francia, el rey san Luis distribuyó las espinas que quedaban a las principales iglesias de Francia.

En nuestros días hay unas cien espinas esparcidas entre la cristiandad. En Roma, las hay en la basílica de la santa Cruz, en la basílica de san Juan de Letrán, en la iglesia de san Marcos y en la iglesia de santa Prassede. En España se encuentran en el Escorial, Barcelona, Montserrat, Tarazona y Valladolid. Algunas de ellas, consideradas milagrosas, se encuentran en santuarios italianos de Bérgamo, Perugia, Bari y en la catedral de Andria.