Cosa de dos

 

Los empresarios no pueden, ni deben, sustituir a los legisladores a la hora de articular las leyes


Es bien sabido que hasta para tener un hijo siempre es cosa de dos, aunque a veces se opte por la fecundación in vitro.

En ese sentido, la corrupción también es cosa de dos y, en muchas ocasiones, se llega a convertir en toda una orgía contra la mayoría del pueblo.

Entiendo la posición de los senadores y entiendo que estén enojados, particularmente por dos razones. Primero, porque no hay dónde esconderse. Y segundo, porque aquellos que de verdad han protagonizado la historia de la corrupción como un fenómeno interminable es la clase política en contubernio con algunos grupos empresariales.

Aunque francamente parece un exceso pedirle a un empresario que haga lo mismo que un político. Porque al final del día los políticos comen de nosotros, el pueblo que los eligió. Mientras que los empresarios normalmente corren sus propios riesgos, se juegan su dinero y crean los puestos de trabajo que nos permiten tener un país estable.

Sin embargo, hay que aceptar el desafío y siguiendo el discurso oficial que señala a la corrupción como un problema cultural, tendremos que hacer una revolución en esa materia al estilo de Mao Tse-tung, y así cambiar a los principales actores de la corrupción.

Y es que los empresarios no pueden, ni deben, sustituir a los legisladores a la hora de articular las leyes. Así como los legisladores tampoco pueden sustituir ni a los jueces ni a los fiscales, que son los que deben hacer unas investigaciones con sentido, a fin de no caer – como en la época de Felipe Calderón– en una lucha contra los malos que sólo manifestó tensiones en los noticieros, pero nunca concretó condenas absolutas.

Ahora México no sólo tiene una corrupción cultural y una escasa voluntad para solucionarla, sino que, además, tiene un déficit estructural en la impartición de justicia y en el método de investigación.

Situación que no se solucionará sólo con nombrar a un fiscal incorruptible, porque también necesitamos tener secretarios de juzgado que no se dejen sobornar, jueces que no se corrompan, investigaciones realizadas correctamente y todos los elementos que puedan hacer del llamado tercer poder un sistema realmente funcional.

Mientras tanto, en la parte que a mí me corresponde, me comprometeré con el cumplimiento de las leyes anticorrupción y, a su vez, exijo que todos ellos también lo hagan.

Aunque en ese sentido, lo único que no me parece sensato es que ahora se haga bien el trabajo de proporcionar los datos económicos de cada uno de los grandes empresarios, sacando a la luz pública toda la información que los malos necesitan para saber a quién deben secuestrar.