Cuando uno no sabe si ponerse a llorar o desternillarse de risa

 

Después de la farsa llevada a cabo en Venezuela por Nicolás Maduro el domingo pasado


Después de la farsa llevada a cabo en Venezuela por Nicolás Maduro el domingo pasado, consistente en protagonizar unas, así llamadas, elecciones presidenciales, tan plagadas de irregularidades y tan controladas por el gobierno que han hecho que tanto Estados Unidos y Canadá como Argentina, Brasil, Perú, Colombia, Costa Rica, Panamá, Guatemala, Honduras, Guyana y México no reconozcan sus resultados, Nicolás Maduro Moros decidió de manera unilateral y discrecional adelantar su toma de posesión, así nomás por sus pistolas, contraviniendo en todas las formas posibles lo que establece la Constitución que en su día impulsó el propio Hugo Chávez, en 1999.

La Carta Magna sostiene que el presidente debe de tomar posesión el 10 de enero del primer año de su mandato; es decir, en este caso, Maduro habría debido juramentarse dentro de más de siete meses, el 10 de enero del 2019 y no el jueves pasado, como lo hizo.

En segundo lugar, la Constitución establece que la juramentación debe hacerse ante la Asamblea Nacional y no ante ese parlamento pirata y espurio que es la llamada Asamblea Nacional Constituyente que Maduro creó para sustituir al Poder Legislativo legítimo; es decir, la Asamblea Nacional, dominada por la oposición gracias a los resultados de las elecciones legislativas celebradas en diciembre del 2015.

Sobra decir que la juramentación de Maduro del jueves pasado tuvo lugar no ante la Asamblea Nacional, sino ante la Asamblea Nacional Constituyente, engendro ilegítimo lleno de incondicionales del régimen madurista. Como cereza del pastel cabría añadir que en su irregular toma de posesión Maduro dijo, y lo cito textualmente, juro cumplir y hacer cumplir nuestra Constitución bolivariana; es decir, que al jurar cumplir con la Constitución en una fecha irregular y ante una asamblea irregular, Nicolás Maduro violó abierta, pública y olímpicamente la Constitución.

Son este tipo de aberraciones que en la Venezuela de Maduro se dan un día sí y el otro también, las que hacen que uno no sepa si ponerse a llorar o desternillarse de risa.