¿Cuarta transformación?

 

Un país no se puede cambiar de la noche a la mañana, y mucho menos a través de leyes al vapor que lo único que propician son enredos en el entendimiento social, producto de las prisas por mostrar y demostrar que los cambios vienen en serio. En lo personal me parece que reconstruir el entramado […]


Un país no se puede cambiar de la noche a la mañana, y mucho menos a través de leyes al vapor que lo único que propician son enredos en el entendimiento social, producto de las prisas por mostrar y demostrar que los cambios vienen en serio.

En lo personal me parece que reconstruir el entramado jurídico de un país no se puede realizar simplemente en la letra de la ley, porque esa ley por más que se publique y publicite, no llegará a todos los sectores sociales o al menos a quienes van dedicadas. Porque hay que señalar que muchas de las nuevas disposiciones tienen destinatarios claros, y eso me parece que da al traste con el espíritu de observancia general de la norma jurídica.

Y no se trata de realizar una crítica simplemente a causa del momento político, el problema es que los sucesos corren de forma vertiginosa, y en esas ansias de transformación se están olvidando de lo importante: que en medio de todas sus decisiones esta ese pueblo que en su mayoría está integrado por clases medias y desprotegidas.

Por mucho que se diga que la cuarta transformación viene y será realidad en el corto plazo, en esas prisas se están olvidando de lo esencial, que es la constitucionalidad de las reformas, porque en ese mismo corto plazo han tenido que recular y realizar adecuaciones porque más bien parecieran estar dirigidas a ciertos sectores poblacionales, dejando de lado la observancia general, lo que desde luego complicará el camino de esa mal llamada cuarta transformación que hasta ahora no son más que leyes al capricho de los principales hombres y mujeres del lopezobradorismo y no un proyecto articulado de nación.

La afectación de los mercados fue un costo que padecieron los grandes capitales a causa de la impericia e inexperiencia de quienes en sus ansias de notoriedad legislativa construyeron sendos bodrios inentendibles que más que certezas de propiciaron de forma inmediata una alteración de los mercados y la consecuencia se dejó sentir en los bolsillos de los mexicanos.

Quizá la soberbia de Ricardo Monreal haya sido su principal enemiga, ya que se negó a asumir su responsabilidad por las pérdidas ocasionadas con una ley hecha por capricho más que por necesidad social. Para decirlo más claro, no se trata de romper el esquema organizacional que ha mantenido la estabilidad del país en lo político, en lo social y en lo económico, simplemente porque en esas ansias de transformación ha dado paso a las ocurrencias sin consulta con especialistas, y los criterios personales se colocaron por encima del interés público.

Ojalá en las semanas venideras quienes ahora detentan el poder y se sienten invencibles por la mayoría alcanzada tranquilicen sus ánimos y en ellos quepa la prudencia. Legislar al vapor nunca ha sido bueno, así lo determina la historia. Las memorias del Congreso de 1917 tienen registradas todas las discusiones y consultas que se hicieron para construir nuestra realidad actual.

No se trata de destruir el pasado para construir el futuro, ojalá los miembros prominentes del Movimiento de Regeneración Nacional entendieran lo que significa la “dialéctica”, que no es otra cosa que la teoría y técnica de dialogar y discutir para descubrir la verdad, pues como señala Hegel, es un sistema ilosóico en que las alternativas entre tesis y antítesis llegan a la síntesis como solución.

Así de simple. Ojalá lo entiendan. Al tiempo.