Un gobierno dinástico en América Central

Es triste constatar que hay países que gastan los sueños, la sangre, el esfuerzo, la vida de generaciones enteras supuestamente luchando por ideales legítimos, cuando en realidad lo único que han hecho es dar vueltas en círculo.

Es el trágico caso de Nicaragua, contra cuya dictadura absoluta y nepotista de los Somoza luchó el FSLN, logrando derrocar a Anastacio Somoza Debayle en 1979 e inaugurando lo que, se suponía, sería una nueva era de igualdad social, de libertades y de prosperidad.

Lo que resultó entonces fue el inicio de un periodo de rapiña por parte de los triunfantes combatientes del Frente Sandinista, encabezados por Daniel Ortega que la historia conoció como “la piñata”, periodo que por sus altos índices de corrupción, derivaría en el ascenso al poder en 1990 de Violeta Barrios y en la expulsión de los sandinistas del gobierno de Managua. En cualquier caso, la dictadura de los Somoza resultaba indefendible.

Además de controlar por completo al Estado y de carecer de cualquier respeto por las garantías individuales, constituyó una auténtica dinastía de la política nicaragüense, inaugurada por Anastacio Somoza García, continuada por su hijo Luis y extendida hasta su otro hijo Anastacio Somoza Debayle.

Con el fin de la Guerra Fría, Nicaragua viviría un breve periodo democrático que se vería interrumpido tras el ascenso al poder nuevamente de Daniel Ortega, que desde el 2007 no ha hecho sino desmontar la democracia nicaragüense haciendo que la nación centroamericana volviera a los orígenes somocistas; es decir, a convertirse para todo efecto práctico en una dictadura.

A partir de noviembre y como la de los Somoza, la dictadura orteguista también será dinástica. En la farsa electoral que se celebrará en ese mes, la actual primera dama, Rosario Murillo, será entronizada como vicepresidenta del país. La compañera Rosario y el presidente Ortega formarán la pareja real de la monarquía nicaragüense. Lo que hay que ver.

[email protected]