De secuestradora a mártir

 

La señora Salgado no cumple con los requisitos plenos de elegibilidad


Sin lugar a dudas la audacia de Andrés Manuel López Obrador no tiene límites. Todos los días da muestra de que su talante taimado no es más que una mascarada para que muchos piensen, sobre todo sus adversarios, que están frente a un hombre de reacciones lentas, impreparado y con deficiencias para pensar de forma rápida y coherente. Y lo peor es que efectivamente así lo perciben muchos, y al cabo del tiempo han tenido que darse cuenta de que están frente a un sujeto que, aparte de ser empecinado, tiene tintes de sobredotado.

Antes de que exista una resolución oficial en el Instituto Nacional Electoral en el caso del registro de Nestora Salgado como candidata al Senado de la República, el señor López Obrador ya ha sentenciado y exhibido a los consejeros electorales porque hicieron señalamientos de que la otrora policía comunitaria podría perder su candidatura al Senado de la República por no haber reportado su doble nacionalidad.

De paso, no perdió la oportunidad para darle un raspón a José Antonio Meade Kuribreña, al acusar que “los consejeros ya están con Meade”.

También arremetió contra Benito Nacif, a quien hizo blanco de su ira por hacer público el señalamiento de que, al no haber reportado la doble nacionalidad que detenta la guerrerense, podría perder su derecho a la candidatura. Sin lugar a dudas estamos frente a un sujeto que parece presentar un problema de índole psicológico después de tres campañas, ya que piensa que la presidencia de la República le pertenece por antigüedad y que las autoridades electorales se tienen que plegar a sus disposiciones, porque de lo contrario estarán asociándose a la mafia del poder.

Ahora resulta que la emisión de una opinión del consejero Nacif es suficiente para señalar que está violando la ley, y que no puede dar a conocer un juicio así, porque no le corresponde, pero dijo que –además– es hacerle segunda a Meade y a sus adversarios. No sé desde cuándo en este país la libertad de expresión tiene que ser calificada y autorizada por el señor López Obrador, o si los ciudadanos tenemos que despojarnos de esa libertad consagrada en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos como una garantía que otorga voz a todos los miembros de nuestra sociedad.

Fue la gira por Papantla, en Veracruz, donde dijo que los consejeros electorales no están cumpliendo su función porque deberían actuar con responsabilidad y ser imparciales. No deben tomar partido, ya que dan pena ajena. No sé si el señor López entienda que son los consejeros electorales quienes conforman el pleno del Consejo Nacional del Instituto Federal Electoral, y que ellos tienen la capacidad legal de calificar quién sí y quién no puede ser candidato o candidata, y la señora Salgado no cumple con los requisitos plenos de elegibilidad.

Si el señor López Obrador se empecina en tener la razón, ante la evidencia de la postulación de candidatos de dudosa probidad y que además son responsables de la comisión de diversos delitos, terminará echando a perder lo que ha conseguido hasta ahora, pero lo peor, quizá, es que los mexicanos comenzaremos a descubrir esa faceta autoritaria que pudiera convertirse en una particularidad muy peligrosa de su personalidad si llegara a alcanzar el poder. Al tiempo.