Entendámonos: las elecciones presidenciales del próximo año costarán nada menos, pero tampoco nada más que un millón de pesos cada hora.
Esto es, los trabajadores –que de acuerdo con los criterios salariales–, hoy cuestionados y atacados por nuestras contrapartes del Tratado de Libre Comercio (TLC), perciben menos de cinco mil pesos mensuales, habrán de contribuir a más camionetas blindadas, viajes a todo lujo, salarios indecentes y toda suerte de dispendios de quienes han secuestrado eso que pomposamente proclaman como democracia.
Imperfecta, dicen con cinismo porque, de hecho –y así lo admiten el pueblo, la masa, la prole–, como acertadamente la calificó una jovencita insensible pero muy bien ubicada social y políticamente, nada tenemos que hacer ni mucho menos opinar.
Se cumple la máxima colonial que condenaba a los indios a callar y obedecer y no meterse en asuntos del gobierno.
Somos los actuales macehuales sin alma.
Hace dos años mencionábamos que el Partido Acción Nacional (PAN) tramitaba un préstamo de 350 millones de pesos “para no quedarse corto” en el gasto de sus suspirantes, sus “huesófagos” en busca de una chamba sin responsabilidades ni horario en el calendario.
Hoy ningún partido, asociación o aspirante solitario tendrá agobios de tipo económico. Después de resolver sus propios asuntos financieros, la pandilla electoral generosa con lo que no es suyo abrió la escarcela y lanzó al aire doblones y centenarios de oro para todos, menos para el pueblo.
Metidos de lleno en toda suerte de distractores, dejamos pasar este crimen social. No protestamos –en el entendido que si ejercemos el derecho a gritar, partidos y políticos ejercen el derecho a no oír–, en todo caso, no existe forma legal o de fuerza para impedir este robo descarado.
Del panorama en general no hay mucho qué hablar; se especula maravillosamente. Todo mundo tiene el remedio y el “trapito”; lo real es que regresamos al dedazo presidencial, mismo que se ejercerá en la capital; y que habrá un caos general en los tres partidos.
Y una novedad “nueva”, valga el juego de palabras: a la recua de independientes reventados de algún partido que no les garantizó hueso, les tocará un apoyo de 47 millones de pesos por “choya”.
El PRI, la rémora mayor, se llevará casi dos mil millones de pesos. Así “los entenados verdes”, adoptados por Manlio Fabio; “los dantescos” militantes del Movimiento Ciudadano, los petistas y el resto, buscarán acomodo a la sombra de “los grandes” para no perder los beneficios del usufructo democrático.
