Inmortales como dioses

 

Sí, 11 de agosto de 2012. El día que nos volvimos inmortales


Sí, 11 de agosto. El día que nos volvimos inmortales.

Fue una soleada tarde. Calurosa a medida que la hora de la verdad llegaba para el equipo mexicano de futbol y para la delegación representativa en su totalidad.

Desde el centro de la ciudad de Londres corrían los trenes a la cita con la inmortalidad. Los vagones atiborrados de brasileños que sacaban el pesado cántico de guerra soñando con ganar por primera vez el torneo olímpico.

Inmersos en ese verde-amarillo poco o nada se escuchaba el alarido nacional. Los pocos totalmente verdes de manera intermitente y más bien retadora increpaban a los que ya se veían cubiertos de oro.

Trenes y más trenes, miles en las calles de Wembley y nosotros con esa incertidumbre de si el 11 de agosto nos daría el triunfo más importante en la historia del futbol Azteca.

Mientras el impresionante inmueble, remodelado para los juegos, abría las puertas de acceso era indispensable buscar el “Fish and Chips” y un par de cervezas.

Había que comprar la bufanda conmemorativa de la final, la obligada camiseta y el recuerdo de llegar por primera vez a una final olímpica. Encontrar el túnel, la fila y el lugar fue parte del día en que todo cambió.

Saludar a viejos amigos, a los familiares de los jugadores y esperar con una calma fingida que rápido era desenmascarada por la angustia de lo que estábamos viviendo. Boleto de la final México vs Brasil donde los aztecas se alzaron con el Oro en Londres. En menos de lo que se escriben estas líneas, Oribe Peralta mandó guardar la primera.

Entonces si aparecieron los mexicanos, callaron los brasileños y la incertidumbre se apoderó de los ingleses que en gran cantidad completaron el lleno.

Un gol la diferencia y en el sentir brasileño todo seguía bajo control. Aviso impresionante de Marco Fabián mandando chilena al larguero hacía retumbar el estadio y que de nueva cuenta se prendieran los focos rojos para ellos y los de la esperanza para nosotros.

Y en eso… Golazo, Golazo de Oribe Peralta y el segundo en la frente para el dorado sueño. La tribuna rompió en grito: “Oriiiiibe, Oribe Peralta”, rindiéndole homenaje al nuevo Dios de las canchas.

El árbitro pitó el final, previo susto del 2 a 1 y con eso el llanto, los abrazos, el orgullo y el sentimiento nunca antes experimentado llenó nuestros corazones, nos infló el pecho y nos cambió la historia. Imborrable escuchar el himno, ver la tricolor en lo más alto del pódium y la medalla de oro colgada al pecho.

Sí, 11 de agosto de 2012. El día que nos volvimos inmortales.

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