Diario de Jerusalén

 

Ignacio Trejo Fuentes atacó de nuevo. Ahora, desde la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes


Cuidado. Confidencial: Ignacio Trejo Fuentes atacó de nuevo. Ahora, desde la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes y escudado en la calor que trae empapados en su jugo a los chilangos y valientes que lo soportan, el también autonombrado Nacho Dominante hizo apología de la vagancia ante las hordas que le son afines, distribuyendo (en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes) lo que considera “mi librito”: Diario de Jerusalén. “Irá, espero, la banda. Me gustaría verte por ahí”, amenazó con su peculiar estilo, cálido y, sin embargo, amenazante.

NachoT, a quien las páginas de nota bene y literatura consignan nativo de Pachuca, Hidalgo.

Allá, dícese, berreó por vez primera un 4 de junio de 1955. Pudo ser hombre de bien, pero las malas compañías lo condujeron por la senda del mal y en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM estudió (¡válgame!) Periodismo y Comunicación Colectiva.

Se dice que frecuentaba los bajos fondos capitalinos y que en la Roma Sur estableció cuando joven su guarida, asistido por ninfas y bellacos donceles que le nutrían de jugo de cebada en abundancia, ruines anecdotarios y placeres que rubor provoca reseñar. No ahíto, le dio por hacerse ensayista y narrador y en despuesito, se juyó de mojarra e hízose especialista en literatura hispanoamericana en la New Mexico State University.

Dado a la vagancia, no tiene empacho en declarar que se trepa a un autobús hacia un destino que desconoce, porque seguramente habrá muchas historias que explotar, y de ahí, dijo, nació su libro Diario de Jerusalén, que se aúna a los muchos que ha pergeñado en su malhadada existencia, en variados rubros, pues parece no tener llenadera el hombre en cuestión: estudios y crítica, cuento, novela, crónica, antologías y además participa en libros colectivos (quizá crimen organizado, cabría decir).

A su paso por el mundo ha dejado devastadora huella, como Gilberto, el afamado huracán: Crónicas romanas; Aztecas de Kafkania; La fiesta y la muerte enmascarada; El Distrito Federal de noche. Dado al exhibicionismo, quien a sí mismo se nombra Nacho el Hermoso le hace al cuento y fuentes bien informadas destacan no pocas de sus fechorías: Amiga a la que amo; Loquitas pintadas; Besos del diablo; Tu párvula boca.

Con fines inconfesables, el también conocido como NachoT ha hurgado en vida y obra de personajes de la vida nacional: Juan Rulfo.

Un mosaico crítico. México; Sergio Galindo narrador; Lágrimas y risas. (La narrativa de Jorge Ibargüengoitia), y se solaza divulgando, además, desde las prensas del Instituto Politécnico Nacional: La última carcajada; ha sorprendido la buena fe de nuestras preclaras instituciones, y muestra de ello son sus informes Guía de pecadoras: personajes femeninos de la novela mexicana del siglo XX y Segunda voz (apuntes sobre novela mexicana).

Preclara muestra de su temperamento harto incendiario y poco apto para la nación entera, se delinea en Hace un mes que no baila el muñeco; El vaquero más auténtico que existió, pero sobre todo en su correspondencia: Carta a los romanos.

Un documento signado por Víctor M. Navarro ubica a nuestro personaje como asiduo a un antro llamado La Nochebuena: “Buil, René Aguilar y Sergio Monsalvo laboraban en una institución bancaria en el primer cuadro ahora llamado Centro Histórico, muy cerca de La Nochebuena, la cual se convirtió en una referencia diaria. Si no estaban los unos estaban los otros, además es hora de señalar que era imposible no dejarse seducir por sus especialidades culinarias, milanesa, lengua a la mexicana, criadillas y osobuco, entre otras.

Alrededor de una botella de ron Bacardí blanco, el mismísimo Nacho Trejo, Paco Conde y el de la voz departían alegres y dicharacheros, era imposible en esos momentos librarse de un soneto, o al menos algunos endecasílabos disparados por Conde además del equipo para emborrachar.

Ignacio festejaba sus Crónicas romanas con frases remonas y algunas remamonas”.

Su errancia sin fin ha trascendido. Su personalidad, de lejos, aseméjase a un caos; pero quienes bien le conocen creen que es más bien un desmadre. Dígalo si no su paisano, Agustín Ramos: “En general, los hidalguenses, fuera de nuestra tierra, tendemos a ser poco regionalistas.

Recuerdo que el crítico pachuqueño emigrado al DF, Ignacio Trejo Fuentes, interrogado al respecto, confesó que para él su tierra natal no era más que un lugar donde había un monumento al reloj y la zona roja más importante del centro del país”.

Acerca de una de sus fechorías (Hace un mes que no baila el muñeco), Agustín Cadena – sospechosamente hidalguense de Ixmiquilpan– considera algo aplicable a las que ha realizado Nacho: “Mucha vida y mucha emoción se agolpan en sus líneas. Es la vida de la noche y de sus criaturas: ese mundo acuático, oscuro, donde nadan fabulosos tiburones en busca de presa, llamativos peces de colores, sirenas de cabellos cenicientos cuyo esplendor cabaretero es un canto capaz de hacer enloquecer a los hombres, a los marineros de la noche urbana”.

Ya no hay moral.